VII. Nymphomania

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Toda la mierda había comenzado hace muchos años, lo recordaba perfectamente, cuando su trabajo de mesero en ese pequeño café en el centro de la ciudad ya no le permitía pagar los gastos de la escuela y tuvo que escoger entre comer y estudiar. Había decidido lo primero por supuesto.

Ese fue el comienzo, pasaba sus horas libres del trabajo, el camino a casa y las solitarias noches ahogado en sus propias lágrimas, estaba solo y perdido en un mundo que le era indiferente, no tenía familia, no tenía amigos, ni un motivo para levantarse cada día, pero lo hacía, porque su ser pedía a gritos una oportunidad para intentarlo, aunque siempre había tanto dolor en su corazón.

Estaba destruido sin una luz que lo salvara, entonces, cuando a manera de burla uno de sus ex-compañeros que sabía sobre su orientación le ofreció algunos billetes a cambio de una mamada rápida en su hora de descanso en el trabajo no lo pensó mucho. Ahí, en el callejón detrás del local, se dió cuenta de que esas palabras sucias lo encendían y que por un momento, el dolor desaparecía, la tristeza se iba, el mundo se trataba de él, se trataba del placer y la satisfacción que podía obtener a través de su cuerpo.
Poco a poco comenzó a aceptar dar su número de teléfono a los clientes que lo pedían, se encontró aceptando invitaciones de extraños a algún hotel, disfrutó divertirse con algún desconocido en los callejones oscuros de la ciudad.
Hincado en el duro asfalto, con un pene en su boca, el hambre, el dolor, la soledad, no importaba en lo absoluto, solo importaban las palabras sucias de su acompañante de turno, solo importaba el placer que le daba cada nuevo extraño, y la sensación de ser deseado y querido, aunque fuera una fantasía de una sola noche.

Comprendió que las cosas estaban mal, cuando a pesar de las palabras groseras y los golpes ocasionales, su cuerpo seguía encendiéndose en deseo, cuando a pesar de los violentos azotes aún tenía ganas de más, cuando después de cada ronda de sexo salvaje sentía que no era suficiente. También sabía que su comportamiento peligroso podría traerle problemas serios un día, pero cuando su acompañante se bajaba los pantalones toda pizca de pensamiento lógico se esfumaba.

Una noche, mientras caminaba de camino a casa luego del trabajo fue cuando la espiral que lo arrastraría al infierno lo atrapó. A través de las redes sociales se había enterado de la pelea del villano Muscular contra algunos héroes en una zona cercana a donde trabajaba, tenía que ir rápido a casa si no quería quedar atrapado en la pelea sin sentido.

Se encontraba caminando por un callejón oscuro cuando sintió un tirón que lo acorraló contra uno de los muros.

—No importa cuanto grites, nadie va a venir a ayudarte, solo quédate quieto y déjame divertirme un rato contigo —susurró un hombre en su cuello.

Podía sentir el asqueroso bulto de ese idiota restregándose contra su trasero y su hedor a alcohol asfixiándolo. Debería sentirse asqueado y estar terriblemente asustado, pero saber que un idiota estaba apunto de aprovecharse de él en ese callejón lo calentó demasiado, además había tenido un día horrible en el trabajo, necesitaba relajarse un poco.

—Oh por favor, no quiero, suéltame —gimió, apenas retorciéndose.

El extraño tapó su boca, mientras luchaba por deshacerse de sus pantalones.

—Tranquilo cariño, te gustará..

—¿No escuchaste?, te dijo que lo soltaras. —Una nueva persona se encontraba en el callejón, un hombre de voz hosca y profunda. Izuku se tensó por el miedo y quizás por emoción.

—Piérdete imbécil —respondió su captor.

Una risa profunda rompió el aire, luego el hombre que lo acorralaba salió disparado por los aires, aquel extraño lo había golpeado con un brazo que dejaba sus grandes músculos expuestos. Ese nuevo extraño, era el villano del que se hablaba en las noticias.

The slut and the hero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora