XI. Mistake

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Era un nuevo día, uno en el que su nuevo grupo de amigos héroes tuvieron que sacarlo a escondidas de la agencia, pues el héroe fundador, Endeavor, estaba de visita haciendo una inspección, y a nadie le iría bien, si llegaba a descubrir a cierto pecoso sentado sobre el que había sido su escritorio por tanto tiempo, mientras besaba sin pudor alguno a su novio, el actual héroe número uno.

Mientras Creati y Shoto distraían al héroe de las llamas, el resto bajó hasta el subterráneo, para sacar por ahí a Izuku. Cuando las puertas del elevador se abrieron, Chargebolt y Red Riot corrieron hasta el auto del pelirrojo, no querían quedarse a enfrentar la furia del héroe retirado. Izuku se detuvo más tiempo del debido, despidiéndose con besos de su novio. Cuando el intercomunicador del héroe explosivo recibió una alerta, se separaron, entonces Izuku corrió al auto, antes que sus impulsos lo hicieran besar a su novio de nuevo.

—¡Lo cuidaremos por ti, Kacchan! —gritó Chargebolt desde el auto.

Desde el asiento del copiloto, Izuku envío un beso a su novio, detrás del volante, Red Riot le sonrió como despedida.

Cuando el héroe eléctrico cerró la puerta del auto, se pusieron en marcha. Era una lástima que Dynamight estuviera tan ocupado que ni siquiera podía llevar a su novio a su sesión con la psicóloga.

Por desgracia para él, dejar a Izuku en manos de sus dos amigos tampoco era buena idea, pues secretamente, esos tres siempre terminaban en algún restaurante o bar de la ciudad, antes o después de las sesiones de Izuku, ese día no fue la excepción. Kirishima estacionó en la acera, frente a una tienda de donas. Kaminari bajó del auto y entró a la tienda, como si fuera un espía en una misión ultrasecreta.

—Kaminari es muy divertido —dijo Izuku entre risas al ver a su amigo rubio desaparecer por las puertas de cristal.

—Sí, siempre está metiéndose en problemas…

Se quedaron en silencio. Izuku sonrió mientras se perdía en la cuenta de Twitter de su novio héroe. Kirishima jugaba indeciso con la radio del auto, se debatía entre hablar o no.

—Y… ¿qué tal van las cosas con Bakugo? —murmuró con un toque de tristeza que para su acompañante pasó desapercibida.

—Kacchan es genial, aunque es muy serio, siempre grita, sé que no controla su mal humor —respondió con una cálida sonrisa.

Escuchar ese apodo cariñoso removió algo en sus entrañas, no era su intención, no quería lastimar a Bakugo, pero, dolió. Dolió no ser él quien estuviera en su lugar, llevaba semanas luchando con ese sentimiento oscuro instalado en su corazón, Bakugo no merecía eso, pero verlo junto a Izuku y saber que podría ser él quien llenara con besos las mejillas pecosas, que podría ser él quien llevara un apodo lleno de cariño, eso lo destrozó. Si tan solo hubiera sido él quien revisara ese asunto del informante, si hubiera buscado a Izuku después de esa noche que pasaron juntos, tal vez, las cosas habrían sido diferentes.

Sin darse cuenta, se aferró con demasiada fuerza al volante, hasta el punto en que sus nudillos palidecieron.

—¿Eiji? —lo llamó Izuku, poniendo una mano en su hombro, pues el pelirrojo, parecía no escucharlo.

Kirishima lo miró de una forma dolorosa, en sus ojos había tristeza y confusión. Sujetó la mano de Izuku con cariño, se acercó despacio. No estaba planeado, no tenía que suceder de ese modo. Izuku terminó arrinconado contra la puerta del auto, y Kirishima sobre él, besándolo en los labios.

Izuku gimió en su boca, no como una señal para continuar. Empujó a Kirishima y abrió la puerta para salir.

—¡No puedes hacerme esto Kirishima! —gritó desde la calle, con las lágrimas corriendo sin resistencia por su rostro—. ¡Todavía es difícil para mí, Kacchan lo sabe, no puedo controlarlo!, ¡creí que éramos amigos!

Kirishima lo miró confundido, rebobinando lo que acababa de suceder, había besado al novio de su mejor amigo.

—Izuku yo…

—¡No!, no te acerques Kirishima… déjame…puedo llegar yo solo.

Izuku caminó a paso apresurado por la acera, sin darle oportunidad al pobre pelirrojo de disculparse, pero qué podría decir para arreglarlo, de verdad había jodido las cosas.

[...]

La gente apenas lo miraba, aunque era difícil hasta ver su siguiente paso con las lágrimas acumulándose en sus ojos. Salió corriendo sin pensar que el consultorio de su psicóloga quedaba bastante lejos, pero no tenía el valor para marcar el número de Kaminari y pedirle que fuera a buscarlo. En su ataque de pánico, no pudo pensar con claridad que el clima tampoco estaba de su lado, pues las nubes grises que anunciaban la lluvia se cernían sobre él y las calles comenzaban a vaciarse.

Se abrazó a sí mismo y continuó su camino. En una intersección de callejuelas, de entre uno de los callejones, un fuerte brazo lo atrajo, acorralándolo contra el muro, una mano sujetaba las suyas sobre su cabeza, otra cubría su boca.

—Eres la manzana de la discordia hasta para los héroes, ¿no Deku?

Bajo la capucha negra, una sonrisa desquiciada y unos ojos que proyectaban la locura, mirándolo de forma depredadora, Tomura lo tenía totalmente a su merced, otra vez, por sus errores, volvía a estar en las garras de ese hombre.

—No pongas esa cara, si yo estoy tan feliz de verte —continuó—, sabes lo que le pasó al resto, por culpa tuya… y sabes que esto no se quedará así, cariño —dijo con amargura.

Su rostro se llenó de pánico, y Tomura ensanchó su sonrisa, pues amaba esa expresión de su Deku.

[...]

—Entonces… ¿dices que la debilidad del héroe número uno es este niño? —habló una voz monótona y aburrida.

—Su zorra desde hace unos meses —respondió Tomura—, los míos fueron capturados por culpa suya, solo quiero venganza, te entrego a Dynamight en bandeja de plata y tú me ayudas a sacar a los míos de Tartarus.

—Jefe —interrumpió otro hombre—, el rostro de Dynamight no se revela en ninguna fotografía, tampoco su nombre, pero en el teléfono de este niño hay fotografías que comparte con el héroe, tienen una conexión, eso es seguro.

—Quítale la bolsa —ordenó el jefe.

El saco negro que cubría su rostro fue arrebatado con fuerza, estaba amordazado, atado a una silla en medio de una sala bastante hogareña, ocupada por incontables hombres enmascarados. Frente a él, un hombre de cabello corto y mascarilla médica sostenía su teléfono, lo sabía por la funda inspirada en el traje de su novio.

Estaban revisando su teléfono celular, aquel hombre, que parecía el líder, soltó una carcajada estruendosa. Y posó su mirada en Izuku.

—¿Para esto te usa el héroe? —preguntó, mostrándole una fotografía en el chat con Kacchan, una que él había enviado desde la ducha, una que había enviado como una broma cuando sabía que su novio estaba en una junta.— ¿Qué eres, una clase de puta o algo así?

—No tiene un quirk, no tiene estudios, esa es la única utilidad que puede tener —respondió Tomura burlándose.

Izuku se retorció, insultando al par de bastardos a través de la mordaza, mirándolos con furia, tal vez, algo más de su novio se le había quedado grabado.

—¿Y cómo vamos a atraer al héroe? —continuó el jefe.

—Muy sencillo, solo necesitamos algunos voluntarios y la cámara de ese mismo teléfono —respondió Tomura—, sé de una forma de fastidiar al objetivo, y para eso, a esta puta le sobra ropa.

El hombre de la mascarilla pareció sonreír bajo ella, sus ojos se volvieron depredadores al entender a qué se refería el otro. No lo pensó mucho, pues con un asentimiento sus hombres se pusieron a trabajar.

Bajo la mordaza, Izuku continuó gritando, aún cuando su ropa se desintegró, aún cuando la silla donde estaba sentado se volvió cenizas, pero las sogas que lo ataban permanecieron ahí.

El terror lo invadió al ver su teléfono ser colocado al frente, pues sabía bien que el infierno estaba a punto de cernirse sobre él.


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Este es el inicio del fin muajaja.
Nos leeremos pronto.
-D.K.

The slut and the hero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora