doce

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Cuando Changbin despertó sintió el vacío de la cama donde había estado durmiendo plácidamente después de la terrible sensación que había inundado su mente la noche pasada. Incluso sintió que se trataba de un sueño y que Minho no se había quedado a dormir a su lado, ni a arrullarlo entre sus brazos, posiblemente era una pesada broma que le estaba jugando su mente.

La parte izquierda de la cama estaba incluso hecha, por lo que aún confuso de sí los besos que habían compartido y lo que estuvo a punto de pasar en realidad había ocurrido, bajó las escaleras para encontrarse con un exquisito aroma a tocino que hizo rugir su estómago vergonzosamente.

Con una camisa de botones abrochada hasta el pecho y las mangas arremangadas hasta los codos, estaba Minho cocinando y dándole la espalda. Vestía unos jeans que contorneaban la parte de sus muslos, como si se hubiera preparado para salir. Sintió su presencia y volteó a observarlo parado firme en el principio de la cocina.

El alfa sintió el flujo de su sangre desatarse al verlo sonrojado, con el cabello revuelto y sus pequeños ojos adormilados que lo miraban sorprendido y confundido. Tendrían que hablar de muchas cosas.

Pero sobre todo, lo que más lo enloquecía era lo más banal de todas las cosas: verlo usando sus ropas para dormir y como éstas le quedaban gigantescas a excepción de su abultado vientre. Habrían varias de sus feromonas impregnadas en él y a su primitivo y estúpido alfa eso le gustaba.

—Yo... uhm, creo que debería irme ahora.— susurró Changbin bajo la mirada ajena.

¿Dejarlo ir o apresurarse a detenerlo? Había hecho tantas cosas mal que ahora caminaba sobre una cama de clavos por la que tendría que ir cuidadosamente. Se sentía como un adolescente asustado por confesar su atracción hacia un omega del colegio y querer cortejarlo sin saber cómo. Posiblemente lo pensó demasiado pues escuchó el sonido de la puerta abriéndose y salió de su ensoñación instantáneamente, corrió hacia donde el omega caminaba despreocupado pisando su césped.

—¡Espera!— lo llamó desde su porche y prosiguió al verlo girarse. Caminó hacia él con las manos sudorosas.—Fui por compras para hacerte el desayuno.

Por la mirada en la cara de Changbin, pudo intuir que no era eso lo que esperaba escucharlo decir. No pudo hacer nada más pues tenía que aclarar sus pensamientos y ordenarlos primero.

—Oh, te lo agradezco pero sería mejor que me vaya ahora.— le dijo apenado, casi inseguro de negarle la invitación.

—Necesitamos hablar, Changbin.— le insistió. El menor desvió la mirada lentamente.

—¿De qué?

—De lo que pasó ayer, no podemos simplemente evitarnos y ya. Por favor, acepta aunque sea entrar a mi casa para que puedas recoger tu ropa.— le propuso. Changbin se golpeó mentalmente al recordar que seguía vistiendo las ropas del alfa y pudo morir de vergüenza.

—De acuerdo.— accedió sin más remedio y lo siguió de vuelta a su casa.

Sus piernas temblaban en anticipación, estaba realmente ansioso por lo que se vendría y lo peor de todo era que estaba consciente de que no podría seguir evadiendo los asuntos que le carcomían la cabeza. ¿Qué era lo peor que podría pasar? ¿Ser rechazado por su amor platónico que curiosamente resultaba ser el alfa que lo había hospedado y que se había ofrecido a adoptar a su bebé? Bueno, ya estaba embarazado y estafado, seguramente desempleado también, así que el rechazo no tendría mucho peso en su lista de tragedias.

—Siéntate.— le ordenó señalando la silla frente a él, carraspeó y corrigió:—Por favor...

Changbin lo hizo y cruzó sus manos sobre la mesa de una manera nerviosa.

Kerosene [MinBin] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora