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— ¿Me gustas? ¿Te gusto?

Murmuró en voz baja, saboreando la pregunta recién realizada, su cerebro había hecho corto circuito y no sabía que decir ni hacer.

—Sí, ya sabes...

—Lo sé, Horacio, lo sé...

—Vale...

—Sí, vale...

Un silencio reinó, Volkov carraspeo mientras una pequeña sonrisa se colocó en sus labios, el corazón de Horacio pálpito con tan solo ver esa sonrisa.

—Vale...

Respondieron los dos con una dulce sonrisa, un pequeño sonrojo se cruzó por los labios de ambos.

—Yo...uhm...iré a ver a Gustabo, para ver si necesita algo.

—¡Pero si eres mi médico!

—Soy médico de cabecera de tu equipo, Horacio, no solamente tuyo.

—Esa es una clara traición.

Gruñó el menor mientras comenzaba a caminar detrás de su médico favorito, una carcajada se escuchó por el pasillo y unas mejillas morenas se tornaron en color carmesí.

—¿Te sientes mejor?

Preguntó Volkov mientras observaba una herida de Gustabo, el rubio asintió mientras soltaba un suspiro.

—Greco me va a matar si no te sientes bien

—Que sí, ruso, que me siento bien.

—¿Tienes que tocarlo tanto?

Comentó Horacio mientras Viktor se giraba un poco para mirarlo con el ceño fruncido, Gustabo soltó una carcajada.

—Joder perro, no seas celoso, venga déjamelo un ratito.

—Vete a la mierda, Gustabo.

—Eres una celosa posesiva, Horacio.

—Cállense los dos.

Murmuró el médico soviético volviendo su mirada hacia el rubio para colocarle un parche en la zona de la herida, de esa forma se le cicatrizaba mejor y no tendría roces que le generaran problemas.

—Listo, tomate esta pastilla en una hora más, no te fuerces y no quiero que vuelvas al hospital por otro disparo así que ve con cuidado, descansa.

—Sí, sí. -Comentó el rubio sentándose lentamente mientras suspiraba- Me verás en una hora y media más aquí.

El soviético rodeó los ojos mientras giraba su cabeza para mirar a Horacio quién seguía con su ceño fruncido y sus brazos cruzados.

—Uybaaa, mejor los dejo solos, creo que en el cajón de ahí hay condones, o quizá Volkov anda con unos encima

—¡Gustabo! -Comentaron los dos mientras el rubio salía rápidamente de la habitación-

Un suspiro salió de los labios de Horacio mientras tragaba en seco, estaba nervioso, no lo iba a negar. Luego de aquella incomoda conversación en el pasillo no habían vuelto hablar más.

Alzó sus ojos y una sonrisa de ternura cruzó por su rostro, Volkov se encontraba mirándole con sus mejillas sonrojadas, con cuidado soltó sus brazos y caminó hacía él para colocarse de puntitas y terminar dándole un beso en la mejilla, escuchó un pequeño jadeo de parte del más alto lo cuál no le molestó para nada, al contrario, su pecho se instauró un pequeño calorcito que nunca había sentido.

Ese hombre lo iba a matar de amor.

Se separó para mirarlo con una sonrisa.

—¿Nos vemos en una cena a la noche?

—S-sí, c-claro.

El de cresta soltó el rostro del médico para alejarse de él aún con una sonrisa mientras que el corazón del soviético seguía latiendo fuerte entre su caja torácica.

¿Lo había invitado a cenar y él había dicho que sí?

Las olas del mar era lo único que se podía escuchar en aquel lugar, aparte de sus voces, los dos se encontraban acostados en una manta que estaba sobre la arena, ambos con sus mejillas sonrojadas mientras mantenían sus manos en lo alto jugando con sus dedos entrelazados.

—¿Color que te gusta?

—Mmmh todos, aunque más el negro y en este caso odio el verde.

—Joder, entonces odias el color de mis ojos

—¿Qué dices? Claro que no, adoro el color de tus ojos ¿Y tú color favorito?

—Mmmh el de tus ojos

—Horacio...

—Venga, me encanta tus ojos grises brillando, aunque mi favorito es el rojo u amarillo, bueno según como me sienta en el día, detesto el negro no te voy a mentir.

—Eso es...bueno...según la ciencia es bueno que la pareja sea...ya sabes...diferente entre sí

—¿Ya somos pareja?

—N-no...quise decir, y-yo.

Una carcajada salió de los labios de Horacio que hizo sonreír a Volkov, no iba a negar que siempre adoró el sonido de su risa.

—Tranquilo, Rusito, que sé a dónde quieres ir, no como tú que ni las indirectas pillas, tío

—El que no pilló la indirecta de Netflix and chill fue otro, eh

—¿C-cómo?

Ahora el que soltó una carcajada fue Volkov quién se acomodó para poder ver mejor a Horacio el cuál -claramente- parecía una bola roja de navidad por lo sonrojado que estaba.

—Serás perro.

—Mira quién lo dice, señor celoso.

—Que a Gustabo le llamaste la atención primero, joder.

—¿A sí? Pero no intentó nada. Y tú tampoco así que no seas celoso.

—A ver, que me veo muy cachondo y muy de "voy y me lo como" pero la verdad es que descojono rápido, además si te coqueteaba a la primera sentía que me ibas a pegar o quizá matar.

—Gracias por la confianza, Horacio.

—¡Pero si es la verdad!

­—Si, ya sssh... silencio y escucha el sonido del mar, joder.

Horacio giró su cabeza para mirar el mar ¿Qué tenía de especial el mar? Giró nuevamente su cabeza mientras abría su boca para decirle algo a Volkov, cuando lo vio. Sus ojos brillando y una sonrisa en su rostro. Quedó hipnotizado por las bellas iris grises de Volkov que ni cuenta se dio que lentamente sus rostro se juntaban, sus alientos se entremezclaron, sus labios se rozaron mientras se seguían mirando fijamente. Rogaba a Dios que, si Volkov quería besarlo, lo hiciera ahora porque después no quería sufrir una humillación.

Hasta que sus labios se juntaron en un beso que lo hizo perder el aire, un beso lleno de cariño, cerró sus ojos mientras sentía los dedos de Viktor en su perilla acariciándole con ternura, un beso inexperto de dos adolescentes.

Y en aquel minuto, Horacio supo que estaba completamente enamorado de ese médico ruso.

The Nights [Volkacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora