Sábados de personajes improbables.
Propuesta: La niña de 9 años que heredó la funeraria de su padre y decidió administrarla¿Entierro o cremación? Era una pregunta habitual que oía casi todos los días desde aquel viejo banco de madera. Escucho como las patas crujen a la vez que mis piernas se balancean rozando el suelo de resina con la punta de mis dedos. Recorro con mi vista el pequeño pero alto lobby buscando a mis padres pero extrañamente no están. Me hicieron en la noche, lo cual no era normal. Siempre vengo con mi papá temprano en la mañana y mi mamá llega más tarde al salir de su otro trabajo. Se encargaba de recibir el dinero de aquellas personas que iban y compraban esas gran hamburguesas. Eran mis favoritas. También sirven unos batidos tan ricos que me los termino de un sorbo. Que mal que nunca me dejaron repetir. ¡Cierto, mis papás! De un salto me pongo de pie y me acerco a aquel montón de gente justo en medio de la puerta de entrada. Que desconsiderados. No dejarán pasar a los que duermen. Disculpen! —les grito. Pero no me oyen. Están hablando entre sí y me ignoran. Nada fuera de lo normal. ¿¡Vierón a mis padres!? —repito esperando que esta vez alguien siquiera baje la mirada hacia mi. Miro de reojo la entrada a la habitación. ¿Estarán allí? No suelen dejarme entrar a aquel lugar. Sé que no debo. Los despertaría. Si a mi no me gusta que me molesten mientras duermo entonces no debo hacerselo a ellos; eso me repetía mi mamá siempre. Aunque de todas formas será rapido y no haré ruido, me aseguraré de ello. Ya he entrado un par de veces antes, aunque siempre acompañada de mi padre. Dirijo mis cortos pasos hacia la puerta. ¿Quién se lo dirá? —escucho detrás mio. Charlas de adultos, no debo meterme, me repito. Abro la doble puerta que me separa de ese pasillo iluminado y lo recorro con la vista imaginandome caminando por esas baldosas blancas. Demasiada luz, pienso. Eso a mi me despertaría ¿por qué a ellos no?.
—¿¡Adónde vas!? Siento que alguien me jala hacia atrás haciendo que las puertas vuelvan a cerrarse. ¡Que maleducada! —Estoy buscando a mis padres. —Ay, cariño...No comprendía lo que estaba sucediendo. Me tomó en sus brazos como si aún fuera una bebé. Intenté soltarme pero me sentó de nuevo en el banco de madera. Moví mis piernas enfurecidamente. Espero que el crujir los deje sordos. —Preciosa... —la mujer que se puso de rodillas delante de mi. Sus ojos estaban a mi altura y podía ver claramente sus ojos vidriosos. Estuvo llorando. Pero no me importaba. ¿Quíen se creía para agarrarme así? —No puedo hacerlo. Yo no... —retrocedió cubriendose la cara.Un hombre grande de cara conocida se pone de pie en frente de mi y debo levantar la vista para mirarlo a los ojos. —¿Me recuerdas, Flor? —sabe mi nombre. Que raro— Yo era un gran amigo de tu padre.Ahora lo recuerdo. Aparece en muchas de las fotos que papá me muestra de cuando yo era tan solo una bebé. No cambió mucho. —¿Entonces sabes dónde está? Su vista se desvía hacia la puerta de la habitación. —Sí. —responde arqueando sus cejas. Ahora el también está triste. ¿Qué le sucede a estas personas? —¿Puedes decirle que venga? —Ven, linda —me responde tomando mi mano. Me emociono al ver que me lleva hacia las puertas. Cruzamos el largo pasillo. Mis ojos se adaptan rapidamente a la nueva iluminación. Lo miro y le sonrío como agradecimiento, aunque el no me la devuelve. Bueno, no todos son tan valientes como yo de entrar aquí. Debe estar asustado, pero le mostraré a los durmientes así ya no les temerá. Tomo su mano con mas fuerza para que deje de tener miedo. Pobrecito. Al llegar a la habitación veo dos camas en el centro. Que extraño, usualmente hay solo una. Suelto la mano del hombre y corro hacia ellos. —¡Mamá! —los observo. Se ven mejor que de costumbre— ¿Papá? —siento como me tiran hacia atrás de nuevo, pero me suelto de un jalón—¡No! Déjame —intenta tomarme de nuevo por lo que comienzo a gritar. —Déjala —grita una de las tantas personas que vinieron detrás mio. —Flor, ven. No entiendes, ellos ya no están. —¡Están aquí mismo! ¿No los ves, tonta? —le respondo. Se supone que los adultos son mas inteligentes que nosotros pero estos no lo parecían. Estaban en sus camas, durmiendo, pero allí estaban. Se veían muy cómodos en esas extrañas camas, pero mamá siempre me dijo que allí estaban cómodos y por eso dormían tanto. Una vez intenté dormir en una pero son demasiado duras y pequeñas. Los demás estaban unos pasos detrás mio. De nuevo hablando entre ellos e ignorándome. Mejor así. Prefiero eso a que me tomen en sus brazos como si fuera un jarrón con flores. Iré a buscar un pequeño almohadón para ellos. De seguro así estarán aún más cómodos. —¡Espera! —me grita la mujer mientras intento volver a la sala de espera— Mi niña... —pronuncia justo antes de un gran suspiro— Ellos están muertos. —Shh... No está permitida esa palabra aquí —le susurro. —¿Q-que...? —Es descortés llamarlos así. Solo están descansando, hay que dejarlos tranquilos—"muerte" significa que no tienen alma y alguien sin alma es alguien malo, alguien que no merece ser parte de este mundo. Eso es lo que siempre me decían. Pero ellos solo descansaban. Venían a dormir madres y padres que trabajaron duro por su familia y necesitaban un descanso. Venían niños que la pasaron mal y necesitaban dormir para recuperar su libertar. Venían abuelos y abuelas que terminaban con la cama rodeada de niños, jovenes y adultos que los amaron. Claramente esas no eran malas personas por lo que llamarlos no era respetuoso—. ¿Dónde está la luz? La apagaré para que descansen.Ella retrocede. Mira a los demás pero nadie dice nada. Los adultos son raros. Muy raros. Al otro día tuve que insistir para que me volvieran a llevar. Me llevé mis auriculares para escuchar música. Las esperas en la sala se hacían cada vez más largas. ¿Qué estamos esperando? No lo entiendo. Alguien debe encargarse del lugar mientras ellos descansan o dejarán de venir a dormir aquí. Preferirán otras habitaciones y no tendremos dinero. La comida cuesta dinero. Me coloco decidida detrás del mostrador. Estaba solo yo pero sabía que haces. Había visto a mi padre hacerlo miles de veces. La campana de la entrada suena, eso significa un acompañante de un durmiente. —¿Entierro o cremación? —digo con una sonrisa. Pero la apago rapidamente recordando que eso era una falta de respeto. Dormir es un asunto serio. —Hola —me saluda dejando ver un leve enojo—. ¿Sabes dónde están los que trabajan aquí? —Durmiendo. Pero yo la atenderé. ¿Trae el certificado de la función o quiere agregarlo al servicio? —¿Certificado de... de defunción? —repite confundido. —Eso —respondo conteniendo mi emocion. Estoy trabajando. Soy una mujer que trabaja mientras sus padres descansan. Eso me hace alguien responsable—.¿Lo quiere en el servicio?Rapidamente entra aquella extraña mujer por la puerta. —Disculpe, joven. Venga por aquí, mi compañero la atenderá —le pide mientras la guía hacia afuera. —¡No! Yo la estaba atendiendo. —Flor, no es momento. —Este lugar es de mi papá y de mi mamá, no tuyo. Yo los voy a ayudar mientras ellos descansan. —No, Flor. Ellos no están. —¡Estan durmiendo en la habitación! —¡Por favor, cariño, entíendelo. Ellos... —¡No, no, no. Nisiquiera sé quien es ustéd. —Flor... cálmate —Le quiere robar el trabajo a mis padres! —¡Ellos están muertos! ¡Muertos! ¿Cuál es la parte que no entiendes? ¡Ya no viven! Eso no estaba bien. Volvió a usar la palabra. Las lágrimas vuelven a caer por sus mejillas y caé sobre el banco haciendolo crujir fuertemente. ¿Por qué odia a los que descansan? ¿Es porque ella no está ahí, con los ojos cerrados como ellos? Sería muy tonto si puede hacerlo cuando quiera. Dormir se puede hacer a voluntad. A veces los obligaban a descansar pero también podían ir ellos mismos. No es difícil. —¿Estás cansada? —le pregunto acercándome a ella. Quizás así ya no esté enojada. —Querida... lo siento. —Tranquila. Yo entiendo —me siento a su lado—. Estás cansada de lo que vives y quieres dormir; al igual que ellos. —¿Qué? —Tienes ojeras. Mamá se veía igual luego de volver de trabajar. Ella tiene dos trabajos por lo que se cansa mucho —claro, ahora lo entiendo. Debe ser por eso que están durmiendo ahora—. Tú debes estar igual. Muy agotada de tu trabajo, o de cuidar a tus hijos, o de tener que soportar cosas feas todos los días y te gustaría estar descansando igual. ¿Quieres descansar? —Flor... me estas asustando. —Yo puedo llevarte allí. —¿Sabes como hacerlo? —comienza a reirse— Mira la estupidez que estoy preguntando; obviamente no. —No debe ser difícil, la gente lo hace todos los días. Hasta hay bebés que lo logran. Al otro día se encontraba descansando. Me alegré mucho por ella. Se lo merecía. Escuché a los adultos hablar sobre ella. Tenía un hijo descansando hace años y desde entonces ella lo extrañaba. Era normal extrañalos pero uno debía ser paciente y esperarlos. Tarde o temprano estaremos junto a ellos, me decía mamá siempre. Es inevitable. A todos nos toca descansar tarde o temprano. Ella no fue paciente y fue con su hijo. Pero no se la puede culpar. Yo también los extraño. Desde que se fueron solo estoy con esta gente que no conozco. Cada tanto vengo y me siento detrás del mostrador. "¿Entierro o cremación?" le repito a cada persona que hace sonar la campana. En mis tiempos libres paseo con ellos. Voy a lugares muy elegantes donde hay hombres con trajes y hace poco conocí un lugar lleno de niños con padres durmientes al igual que yo. Al parecer será mi nueva casa hasta que ellos despierten. Tiene sentido. Una niña de nueve años no puede mantenerse sola. Aunque trabaje en la funeraria no se de donde es que se saca el dinero para comprar la comida. Quizás puedo probar ir a aquel lugar grande y con guardias. De allí una vez papá sacó dinero de una maquina. Solo debía apretar unos botones. Lo intenté una y otra vez sacar el dinero pero siempre me encontraban. Intenté una y otra vez trabajar en la funeraria pero de nuevo me encontraban. Aquella enorme casa llena de niños era ahora MI casa, pero no me dejan estar en otros sitios. ¿Por qué son así? Mamá no me dejaba sola pero siempre me dejaba salir con ella, al igual que papá me dejaba ir con el a apretar los botones de la maquina de dinero. En cambio los adultos de aquí no van a ningun sitio. Están siempre aquí y no lo entiendo. ¿De dónde sale su dinero? Porque sé que lo tienen, de algún lugar lo sacan para darnos ese plato de comida al día. Es menos comida de la que solía comer en mi casa pero aquí somos muchos niños, quizás la maquina no les da tanto dinero para darnos más comida a todos. Más de una vez probé hablar con una de las madres de aquí; aunque no sé de quien era madre. Le expliqué que debía cubrir a mis padres porque sino los durmientes irian a otro sitio y perderíamos dinero. Ellos lo necesitarían cuando dejaran de descansar. Van a despertar con hambre, le repetí una y otra vez. Pateaba, gritaba, hasta alguna vez he dicho algún insulto de los que mamá no me deja decir, pero me sujetaban entre varios y de pronto me sentía cansada. Muy cansada. Me despertaba varias horas después y debía esperar un par de horas antes de poder salir de la habitación. Era blanca y agresivamente iluminada; igual que el pasillo. ¿Aquí también descansarán? Quizás de allí sacaban el dinero, también tenían una habitación de durmientes aquí. Lo explicaba todo así que me convenció. Estoy en una habitación de durmientes. Un día en uno de mis berrinches me volví a sentir cansada, pero cuando desperté ya no estaba en esa habitación sino en el banco de madera. Su crujido me despertó cuando, al parecer, me moví por la incomodidad que sentía. No me gusta dormir en lugares duros, la madera me hace daño y tiene astillas. Mientras me quejaba del dolor unos brazos me tomaron. ¿Era de nuevo aquella mujer? Pero al ver su rostro solo sentí un gran alivio. ¡Mamá! Era ella. —Eres impaciente —se queja entre risas mientras me limpia las lágrimas. Yo la envuelvo con mis brazos y la aprieto para que no se vuelva a ir. No quiero que vuelvas a descansar. —No será necesario, hija. La pasaste mal en aquel lugar, ¿verdad?. —¡Era horrible! No había casi comida y los padres de ahí me trataban mal y estaba lleno de niños que... —Sh, tranquila, mi Flor. Ya puedes descansar —me calma acercando su rostro contra el mio —. Vámonos. Caminamos por el pasillo. La luz me cegó. Cerré los ojos y entonces, en sus brazos, me dormí.
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Writober 2022
Random31 relatos cortos como reto "Escritubre" de Lorena Amkie. Me disculpo de antemano por errores de ortografía o gramaticales. Los cuentos tal y como los escribo, los publico. Es decir, NO tienen revisión. Las revisiones y correcciones las haré más ade...