Una oscuridad perpetua

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Disclaimer: Los personajes y la historia no son míos. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de Wolf Blossom, yo únicamente traduzco.

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¿Qué pasa con su sueño?, pensó, los eventos de su pasión con Kagome salieron de su cabeza. La apasionaría otra vez, en ese momento, su hijo era lo que ocupaba su mente.

Kagome había dejado a Inuyasha esa noche y se había ido a dormir con su hijo. Los sueños de Muteki estaban empezando a preocupar de verdad a la joven madre. Se quedó cerca de Muteki toda la noche e incluso temprano por la mañana. Era la víspera de Halloween y Muteki parecía haber olvidado su pequeña pesadilla.

Era lunes por la mañana y Kagome se había levantado temprano para ir a trabajar. Parecía hacer una eternidad desde que había ido al trabajo y, francamente, lo había echado de menos. Muteki se quedaría en casa de su padre y Rin prepararía a los chicos para Halloween al día siguiente. Era 30 de octubre, y Kagome bostezó mientras se levantaba despacio de la cama de su hijo.

Salió silenciosamente de la habitación y caminó atontadamente hacia la habitación de su prometido. Inuyasha estaba sentado en su cama poniéndose los calcetines, su chaqueta y su corbata yacían arrugados en el suelo. Kagome miró el vestidor y vio la tabla de planchar y el centro de planchado. Soltó una risita al recoger su chaqueta y su corbata, y entró en el vestidor para planchar su ropa.

Cogió la plancha y empezó a quitarle despacio las arrugas a su chaqueta. Él le sonrió con adoración antes de ponerse su otro calcetín. Cogió un cepillo y se cepilló su larga melena. Cogió una goma para el pelo y se recogió su largo pelo en una coleta baja. Entró en el armario y Kagome sostuvo en alto su chaqueta planchada.

—Aquí tienes. —Sonrió mientras él metía las manos por las mangas. Se dio la vuelta y Kagome le colocó el cuello. Recogió la corbata planchada y la puso alrededor de su cuello, atando el nudo corredizo y ajustándolo.

—Gracias, amor —murmuró cuando le besó la nariz. Kagome sonrió mientras se apretaba el albornoz. Inuyasha sonrió al rodear su cintura con sus brazos.

—¿Quieres que te lleve al trabajo? —preguntó. Kagome dirigió su mirada detrás de él hacia el reflejo del despertador digital. Daba las siete y cuatro de la mañana.

—Si quieres llevarme, vas a llegar media hora tarde —murmuró. Inuyasha se encogió de hombros.

—¿Y qué si el vicepresidente llega tarde? Mi hermano va a estar allí.

Kagome se rio mientras salía de su agarre.

—Entonces, Sr. Takahashi, tendrá que esperar un poquito.

Inuyasha pasó sus dedos por su brazo y ella chilló y corrió a darse una ducha. Inuyasha se rio mientras caía sobre la cama y agarraba su almohada antes de golpearla fuertemente.

Mierda, Kagome, pensó con una sonrisa.

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Kagome se puso un par de vaqueros negros y un jersey azul de cuello alto. Hacía frío, así que quería estar calentita. Cogió su bolso y la mochila que tenía todos los trabajos. Corrió escaleras abajo y se puso sus deportivas al ver a su prometido esperándola en la puerta. Le había dado un beso de despedida a Muteki, pero su niño aún seguía durmiendo.

Kagome e Inuyasha se fueron de la casa y se encaminaron hacia su coche. Subió al asiento del copiloto y él encendió el motor.

—¿Lista? —murmuró en dirección a su prometida. Kagome asintió y él salió a toda velocidad del gigante garaje.

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