Capítulo XI: La decisión (2)

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[Kail]: "Estoy yendo. ¿Puedes esperarme y pedirme un café con leche?" [9:35hs]

Al fin lo decidí. No importa lo que suceda hoy, tengo que avanzar en mi búsqueda con Marko. Sea lo que sea, en lo que se metió, tengo que ayudarlo. No podré dormir hasta que lo haya encontrado, aún si eso signifique ver su cadáver, no voy a descansar.
De camino a encontrarme con ella.  Pasé por la farmacia para comprar unas pastilla para el dolor del esguince. Pregunté al farmacéutico qué podía tomar para aliviar un dolor de esguince. Él me dijo que bastaría con un Ibuprofeno, también me dijo cómo es que había soportado todo ese dolor. Respondí que no era mi primera vez con una lesión así. Sólo soltó una sonrisa a media.
Tomé la pastilla y me recomendó que siga tomando por los siguientes días, cada 8hs y luego vaya a una clínica para que me hagan radiografía y vea si es una lesión grave o leve. (Ja ja ja, sí amiguito. Voy a ir a gastar más dinero en fármacos) Devolví la sonrisa con un poco de "mofa"

Saliendo de la farmacia, suena mi teléfono, sé muy bien que es una llamada. Conozco cada tono de notificación, personalizado a cada persona para saber si vale la pena sacar mi teléfono en plena calle. Como si no tuviera ya la suficiente experiencia con los robos de celulares que hay durante un año, y para colmo tuviera que pasarme en este día tan acomplejado.

[Kail]: "Sí, estoy yendo. Pasé a comprar algo, estaré ahí dentro de 15 minutos." [9:50hs]

Espero que esto valga la pena, hoy sacaré todas mis dudas, ó en lo posible, aclarar algunos asuntos. Por favor cuerpo, no me falles hoy. Necesito cuerpo y mente para afrontar lo que me depare el destino hoy. 
De camino a la cafetería, me crucé con una florería. Tenía unas rosas preciosas, me quedé un momento observándolas. Me vino a la mente la última vez que compré flores, y fue el peor día de mi vida. La chica, dueña del local, salió y con una sonrisa me dijo: "¿Quién es la afortunada que va a recibir rosas hoy?".  Respondí que no estaba seguro.

Florista: ¿Cómo que no? Una chica siempre aprecia los pequeños detalles. Y somos afortunadas si un chico aparece con flores en la cita. Y ni te digo cómo nos ponemos cuando son rosas, y más así como éstas preciosas y bellas que están aquí.
Kail: Lo entiendo. De hecho ya compré flores para una chica. Pero no fueron las únicas que quedaron plantadas y abandonadas. (Sí, sí. Sé que intentas venderme el verso de llevar rosas para que te las compre)
Florista: Te propongo algo, me ayudas con algunas cosas y yo te ayudo a ti. ¿Tenemos un trato?
Kail: Depende de qué sea. Lo haré.
Florista: Solo son unas cosas pequeñas. Sacar algunos carteles y mesitas para las demás flores que están dentro. Y yo te doy un ramo de rosas para esa chica que te está esperando.
Kail: Hecho.

Al terminar de mover unos muebles y carteles. La chica cumplió con su palabra, me dio el ramo de rosas, no antes si despedirse diciéndome:

"Las mujeres son como las rosas, si no las cuidas, se pueden marchitar. Y una vez marchitas ya no podrán ser bellas y hermosas como antes; Son hermosas y delicadas como sus pétalos, pero si no las valoras, proteges y no le das el cuidado que merecen. Te verás con sus espinas."

Sentí que sus palabras tocaban muy en lo profundo de mi corazón. Cada oración, me traía recuerdos de ella, su rostro, su sonrisa, sus gestos, ésa mirada; Su cabello, su perfume con fragancia floral. No había manera que la florista supiese exactamente lo que pasaba en mi mente con tan solo ver mi rostro, era muy obvio.
Agradecí las flores, por primera vez con una sonrisa tan genuina, la chica quedó encantada y me deseó suerte y fuerzas en lo que vaya a hacer con las rosas.

10:15hs Llegué a la cafetería, en una mano el ramo de rosas. La otra con nervios, como si fuese la primera vez que la vería. Mi rostro no ayudaba mucho, se notaba lo tenso que estaba. Antes de entrar, pude ver a mucha gente, en familia con sus hijos, grupos de amigos, parejas.  Entré sin pensármelo dos veces, busqué entre el montón de personas pero no había ninguna chica en solitario. Me senté en una mesa, acompañado de las rosas. El mozo se acercó, preguntó que iba a querer. Respondí que solo un café, esperaba compañía así que con eso bastaría.
Saqué mi teléfono, había un solo mensaje.

"Veo que ya no confías en mi, espero y sepas bien lo que elegiste. Hasta pronto" [10:05hs]

Me acerqué al mostrador muy agitado, pedí  que cancelara el pedido del café. El mozo, con cara de muy confundido me volvió a preguntar para confirmar si quería cancelarlo. Con total seguridad asentí con la cabeza. Saliendo de la cafetería, intenté llamarla para poder ubicarla. Pero no hubo oportunidad. No respondía, ni llamadas ni mensajes. Nada.
10:36hs Tono de notificación.

"¿Dónde estás?" [10:36hs]

Lo intenté. Intenté, pero el universo está en mi contra. Haré lo que me queda.

"¿Me esperas donde siempre? Necesito hablar contigo." [10:37]

Me quedé anonadado mirando las rosas. Tan bellas, delicadas; perfectas en su armonía entre frágil y fuertes, con esas espinas que tienen para protegerse. Pero, a todo esto, si de verdad deberíamos cuidar una rosa, no la estaríamos regalando a personas como un objeto sin más. Al contrario, le daríamos una casa, un lugar donde llamar hogar. Compañía, charlas, cada mañana. Y en las noches, arroparlas para protegerlas del frío que tanto sufren. ¿Realmente hacemos lo correcto al demostrar nuestro amor de esta manera? No lo sé y no lo sabré hasta que tenga una oportunidad con esa persona.

"¿Puedes pedirme un café cortado?" [10:39hs]

La Chica de la Cabellera DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora