Capítulo 65

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   ANASTASIA

Tuve una cena maravillosa en honor a mi cumpleaños número 22 con las personas que me aman, obviamente los Kavanagh, Hanna, el Dr. Flynn y su familia, Gail y Mía hicieron que todo se viera perfecto.  Mi amado esposo me regaló un hermoso collar.

  Es lunes y empiezo otra semana laboral.
  Las cosas van muy bien en lo profesional y en lo personal, no me puedo quejar, salvo una cosita que me preocupa y no he querido decirle nada a mi marido, me da miedo confirmar mis sospechas, pero tengo que salir de dudas.

  —¿Todo bien?—  Hanna me pregunta.

  — Sí, ¿tengo alguna reunión por la tarde?  — Le pregunto

  — No—

  —¿Puedes hacerme una cita con la doctora  Greene?—   Me mira como si esperara alguna explicación, pero no digo nada más.

  — Por supuesto —

  No puedo creer que olvidé mi cita con la doctora Greene.
Por favor que solo sea una falsa alarma.

Intento olvidar esa incomodidad y trato de concentrarme en el trabajo.

A las tres de la tarde le pido a Swayer que me lleve al hospital, me mira con cara de exigencia de explicación y le digo que algo de rutina, le mando un mensaje a mi esposo diciendo que me voy a poner la Depo.

  Cuando llego a la consulta de la doctora Greene, me estremezco al recordar a las malditas mujeres que trataron de lastimarme, gracias a Dios están en la cárcel esperando el juicio.

  — Señorita Steele— , me dice la asistente de la doctora Greene, no pierdo el tiempo corrigiéndola.

  — Buenas tardes, tengo una cita con la doctora Greene—, le digo.

  — En cuanto esté desocupada la atenderá, si quiere puede tomar asiento—

  — Gracias — Me siento en una de las sillas, por suerte no hay nadie, Luke está parado cerca de mí, no me gusta que esté tan cerca, ésto es algo muy íntimo, no debería estar aquí.

  Le doy una mirada fea, pero no se inmuta.

Saco mi teléfono para distraerme, pero no funciona, estoy nerviosa y me sudan las manos.  ¿Qué ocurre conmigo?  Solo estoy aquí por el Depo... No es cierto, quiero descartar algo y esa es la razón del nerviosismo que siento.

  Minutos después sale una mujer joven, pasa junto a mí.

  —Es su turno, señorita Steele—, me dice el asistente de la doctora.

  Me pongo de pie y siento que mis piernas se han convertido en gelatina.

  — Buenas tardes—, digo mientras entro a la consulta de la doctora Greene, me acerco a ella y extiendo mi mano.

  — Buenas tardes Anastasia — contesta y estrecha su mano con la mía — por favor tome asiento — agrega y me suelta la mano.

  Me siento y sostengo mi bolso con fuerza.

  — ¿Cómo ha estado?  — Ella me pregunta.

— Bien—, me limito a responder.

  — ¿Recibió mis mensajes?  — ¿Mensajes?  — Le envié dos correos electrónicos.— ¿Qué?

  —No recibí ningún correo electrónico suyo—, respondo confundida.

  —¿No?—  dice sorprendida.

  Niego con la cabeza.

— No entiendo que pudo haber pasado.— dice mientras la miro un poco aturdida.

MI DULCE REDENCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora