Capítulo 9

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    CHRISTIAN

— ¿Vive aquí la pedófila asesina de perros?— Murmura Ana viendo la imponente mansión de estilo francés

Estamos parados en el enorme portón.

— Supongo— le digo y tomo el intercomunicador del citofono.

— ¡Vaya! Aparentemente la pedófila tiene mucha suerte— añade

¿Suerte? No es suerte, es el dinero de su exmarido que ha usado para darse la gran vida.

— Mansión de la señora Lincoln— me responde la voz de un hombre.

La gilipolla todavía usa el apellido de Timber Lincoln, pensé que después de lo que pasó ya no lo usaría más.

— ¿Está la señora Lincoln? Me urge verla— Ana, me mira como diciendo: ¿De verdad tienes ganas de verla?

Obviamente sí, quiero solucionar ésta situación lo antes posible para que finalmente me case contigo nena.

— ¿Quien lo busca?— ¡Maldita sea!

— Christian Grey.

—Espere un momento ... —¡Genial!  Tengo que esperar, como si no valiera la pena perder mi tiempo en "esperar"

Mientras esperamos, Ana dice:

—Me pregunto si la bruja sabe lo que le pasó a su degenerado exmarido —

— Obviamente lo sabe.

Todo Seattle se enteró de que Lincoln se suicidó en la cárcel hace poco más de un año.  El maldito no pudo soportarlo y eligió el camino más fácil: se quitó la vida para no seguir pagando por todo lo que hizo.

Ana se abraza a sí misma.

— ¿Tienes frío?— En tu empeño por enfrentarte a Elena, no te pusiste una chaqueta.

— No, estoy un poco nerviosa.

— ¿Segura?

Maldita sea, no debería haber venido ... Estoy siendo débil con ella, le estoy permitiendo que se exponga.

— Se que te preocupas por mi, pero te prometo que estaré bien— realmente espero que estés bien.

Se abre el portón, Ana me mira y luego ingresamos.

— Al parecer la pedófila quiere confrontarnos— murmura Ana.

— Es obvio que ha planeado algo, es raro que nos abran el portón.

Tengo que advertirle a Jason, no confío en Elena.

Joder, debería haber traído refuerzos. Saco el móvil y le envío un mensaje a Jason.

Ana y yo caminamos hasta detenernos en frente de la puerta. Estoy calmado, quiero que Elena vea que no le tengo miedo, y si verifico que está detrás de la vil mentira que le dijieron Ana, sus días de millonaria se acabaron. No tendré compasión con ella.

Se abre la puerta y aparece un hombre de unos veintitantos años, vestido de camisa blanca, chaleco y pantalón negro.

Éste chulito debe ser el juguete de Elena.

— La señora Lincoln, los está esperando en su salón— ¿Enserio? ¿Por qué será que no me sorprendo? Obviamente ha tenido tiempo para planear una venganza. Estúpido no soy.

— Pues, juguemos su juego por un instante— susurra Ana.

Sin decir nada más entramos a la habitación.

MI DULCE REDENCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora