Capítulo 6

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Obligación y Seducción

Capítulo 6

Los infieles se quedaron mirando tras el repentino anuncio de la llegada del Rey. Cybele sintió vergüenza en el acto, estaba casada y a pesar que la relación no fue consensual, Thranduil la había satisfecho como mujer pero igual no existía perdón en su corazón, mucho menos si él no se lo había pedido, no se mostraba arrepentido de lo que hizo. Respiró profundo y habló:

- Debo volver a palacio -miró al suelo y él deseó hablar, ella no se lo permitió-. No digas nada Gilas, esto... yo -no sabía qué decir.

- Mi señora -le tomó el rostro entre las manos-. Yo la amo.

- Gilas... no debemos -no estaba segura de lo que sentía y la confesión de él la confundió un poco más ¿Aquello aún era una simple venganza?

Las cosas habían llegado más lejos de lo que esperaba y las cornetas que anunciaban a Thranduil la trastocaron. Sin decir más se montó en su caballo, no espero la ayuda por parte de él y arrancó de regreso al palacio. Gilas hizo lo mismo pues ella no debía estar sola en el bosque.

Para sorpresa del Rey apenas descendía de su alce, Cybele salió de entre los espesos arbustos del bosque y detuvo su corcel a pocos centímetros de él, al parecer deseó arrollarlo.

- ¡Esposo mío! Veo que ha vuelto pronto y con bien -bajó del pura sangre también sin ayuda.

Gilas llegó en su caballo y de inmediato bajó y saludó respetuoso a su señor. Ver a Thranduil lo hizo sentir miserable, había manchado su honor al tocar a la reina pero la amaba, la deseaba con locura, era un sentimiento contra el que no podía luchar.

- Así es, Reina mía. Hemos ganado una batalla pero no la guerra -se mostró altivo e indiferente como de costumbre, le dio la espalda y se dirigió a su casa.

Cybele lo odiaba, verlo avivo la llama de su ira y se cuestionó fuertemente el entrar una noche a la habitación del rey y matarlo mientras dormía. Respiró profundo varias veces para calmarse. Gilas se había dado cuenta del semblante de la Reina, tenía el rostro ruborizado pero no era por candidez sino de rabia, dolor, le hubiese gustado abrazarla y asegurarle que todo estaría bien. Tristemente él no tenía ese poder.

El resto del día Thranduil estuvo ocupado en sus asuntos gubernamentales, reuniones de estrategias, informes sobre lo sucedido en su ausencia. El problema es que no lograba concentrarse en nada, Cybele ocupaba cada uno de sus pensamientos, la altanería que la caracterizaba parecía un afrodisiaco que la hacía cada día más bella.

Durante la batalla tampoco había podido dejar de pensar en ella. Se reprocha recordar la sensación de esa piel dorada bajo sus manos, lo suaves que eran sus pezones, lo dulce de su sexo y el nirvana que había alcanzado con su cuerpo. La deseaba, quería más de ella y lo peor es que no se sentía avergonzado sobre eso, si tan solo hubiese pensado así la noche de bodas. Medito un poco más sobre el asunto, nada había cambiado, por mucho que ella lo sedujera no caería en esa tentación, él era hombre de una sola mujer y su mujer había muerto hacía milenios.

- Mi señor... señor -llamó Orether por cuarta vez.

Orether se quedó de piedra, conocía a Thranduil desde que él era muy joven. Nunca jamás lo había visto distraído antes, las pocas veces en su larga y extensa vida que lo había visto desconcentrado era cuando su hija estaba prometida con él, varias veces el aquel entonces Príncipe Thranduil se perdía en ensoñaciones con quien sería su esposa pero ahora ella ya no existía, en su lugar estaba una jovencita humana que a simple vista se le captaba voluntariosa y muy hermosa.

Obligación Y Seducción, Libro UNO © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora