Finalmente quedamos desnudos en la cama, sumamente agotados, sudorosos y con ganas de más. Por el momento me importaba un demonio mi ética. Nadie me entenderá y no pretendo que lo hagan.
— ¿Qué pasará con nosotros? — ¿Es posible que aún exista un nosotros?, la esperanza muere al último, pero es inevitable ser pisoteada por ella, siempre esperanzada como un humano tonto.
— No te puedo decir algo en concreto, Azumi. No sé a dónde te lleve el destino. Piensa de manera cruda.
— ¿Quiénes son esas niñas? — pensar, pensar es lo último que quiero hacer.
— Las rescaté, son niñas excelentes y demasiado agradecidas — siguió abrazándome —. La gente es cruel.
— No puedes hablar de crueldad — pareció no gustarle, una mueca se formó en su rostro —. ¿Cada cuánto te veré?
— No lo sé, Azu... — nuevamente lo tenía encima de mí, lo recibí entre mis piernas sin importarme nada —. Yo te busco.
— Eres cruel.
Una ducha persistente me quitó los restos de aquella noche friolenta, estaba sola pensando en cómo debería seguir en este camino sin mi otro pilar fundamental. Gojo se pondría como loco al enterarse y eso no iba ser beneficio, no quería ser la culpable de su captura y posible muerte.
Eres una maldita doble moral, Azumi.
Sacudo la cabeza y sigo en lo mío, no hasta que unas náuseas terribles me parten en dos. No tiene sentido estar embarazada, no me había acostado con nadie, no hasta la noche anterior...
