— ¡¿En qué demonios estabas pensando?! — los gritos de Gojo me recibieron cuando puse un pie en mi pieza, estaban todos alterados con mi repentina desaparición —. Nanami, Shoko. Déjennos solos.
— Gojo, lo siento, pero el motivo te lo diré más tarde — me senté en la cama —. Te pido disculpas.
— Pues no las pidas, no pareces arrepentida, ¿Con quién te estás viendo? — caminó por mi habitación con las manos en su cintura —. No puedes mentirme.
— Te lo explicaré más noche — mordí mi mejilla —. No era mi intención preocuparlos.
— No era tu intención... — meditó sus palabras antes de verme a los ojos —. Entonces, ¿No era tu intención verte con Suguru?
La pregunta me cayó como un balde de agua fría, automáticamente me levanté para ir con él, pero retrocedió un paso dejándome con las ganas de abrazarlo.
— Es por eso que necesito platicar contigo más tarde.
— ¿Tienes idea en el problema que te vas a meter?, ¿No tienes suficiente con lo que está pasando ahorita? — su tono rozaba la histeria, lo mejor era dejar que se calmara y hablar más tarde —. Azumi, no entiendo.
— Lo entenderás pronto, por favor Gojo, dame la oportunidad de hablar con ustedes.
— Yo no tengo nada que hablar con él.
— Yo sé que aún lo quieres, y por eso vas a venir conmigo.
— Lo siento, Azumi. Pero yo sí sé diferenciar lo bueno y lo malo — fue como un flechazo directo al corazón —. Y tú no.