La noche abre su regazo El niño se llama soledad Hace frío y todo está inmóvil Lloro sutilmente en el tiempo
Estaba maquillándose, mi niña estaba maquillándose y entonando la canción que suele cantar con el reprimido de Nanami. Usaba un vestido largo entallado de mangas cortas y volantes en la parte inferior, el estampado Paisley de color cálido y escote en V, donde su bonita piel relucía pálida al grado de marcarse todas las marañas de venas que poseía en esa zona.
Era día de quimioterapia, habíamos preparados algunas cosas que hacer cuando estuviese sentada en aquella maldita silla que se ha convertido en mi enemiga, aquel líquido rojo también se puso de la otra parte, arrancándome la calidez de Azumi.
Tenía ganas de acabar con el mundo, me negaba rotundamente a que esto siguiera avanzando, todavía tenía la esperanza de que fuese un mal diagnóstico o simplemente una maldita broma, pero no, no lo era. Era la realidad que me carcomía y cansaba por dentro, llegándome a preguntar: ¿Era necesario que ella estuviese pasando por esto?, solamente era mujer más que había luchado por su futuro, no era justo.
Pronto se levantó para tomar su bolso e irnos a la clínica. Al verme sonrió, estaba cansada porque había tenido bastante insomnio, le dolía la cabeza y ya le era imposible dormir en las tardes, lo cual la frustraba horriblemente.
— ¿Vamos?, te ves preciosa — acerqué mis labios para besar su frente y olisquear su piel y notar un aroma distinto —. ¿Cambiaste de crema corporal?
— ¡Sí!, huele a durazno, ya hacía falta un cambio, ¿No? — sus uñas cambiaban de color para combinar sus pelucas, en ese momento eran verdes —. ¿Nos vamos?
— Andando — tener un auto donde moverse era para muchos un privilegio, pero para mi era una maldita necesidad, porque corríamos con el riesgo de que ella tuviese alguna crisis, entonces sería más fácil transportarse al hospital.
Cuidaba bastante su piel, siempre llevaba consigo el bloqueador y se hidrataba demasiado bien, ha querido mantener al margen su bendito cuerpo, pero había cosas que obviamente no podía evitar, por ejemplo, su hermoso cabello.
El recorrido no es mucho, había tráfico, el sol era fuerte, las bocinas de los coches accionaban y me estresan de más. Pensé en ella, su cara demacrada después de la quimioterapia viene mi mente, su estómago le duele con cada arcada, toma agua para no vomitar bilis y evitar sentir una quemazón horrible por la nariz, regresa al sofá sonriendo más por compromiso que por ganas, se avienta a la alfombra, llora, se limpia las lágrimas y trata de hablar de otra cosa que no sea algo de su salud, pero no funciona, se está agotando mentalmente con cada ida y venida.
