— Qué bueno que no me molestaste ayer, pasé una noche terrible — comenté en pleno desayuno aún con punzadas en la cabeza —. Te hubiese matado.
— ¿Qué pasó? — escondí mi rostro —. ¿Te orinaste en la cama?
— ¡Eres un idiota sin sentido, Gojo! — le arrojé una naranja, no es necesario decir que paso con aquella fruta, ¿Verdad?
— Estuve sudando como loca y tuve fiebre — me acercó la sandía picada, misma que se encontraba congelada; se me hizo agua la boca mientras la miraba perdida —. No me duele la garganta ni nada, no entiendo lo que pasa.
— ¿Con quién estuviste anoche? — aquellas palabras arrastradas me congelaron inmediatamente, dejando que lo mirara directamente a sus ojos azules... Tenía las manos rígidamente entrelazadas.
— ¿A qué te refieres? — mis bulímicas neuronas me hicieron responder una pregunta con otra pregunta.
— Azumi — se acercó un poco más a mi para susurrar lo siguiente: —. No estabas en tu habitación.
— Lo siento Gojo, estoy saliendo con alguien — abrió sus dedos con una sonrisa gigante.
— ¿Con quién? — no era extraño que me preguntara aquellas cosas, siempre nos compartíamos todo y comportarme así aumentaría sus posibles sospechas; así que dejé todo de lado para aplaudir y sonreír.
— Digamos que fue un reencuentro... — entrecerró sus ojos —. Recuerda que tengo amistades que no son hechiceros.
— ¿Es quién creo que es? — sólo había una persona que él conocía, alguien que estaba en el extranjero haciendo una vida muy aparte... No tenía problemas si lo metía en mi sucia historia.