Capítulo 1

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Había sido un vuelo satisfactorio. La enorme aeronave llegó con buen clima a Londres. Quizá era un poco frío, en especial después del brillante sol de Australia, pero era un agradable cambio de la llovizna de noviembre con que salieron de Londres una semana antes.

Pero para Tiffany Nicholls, azafata de Coronet Airlines, noviembre aún representaba una época triste y nublada. A pesar de sus esfuerzos, no podía salir del estado de abatimiento que la había acompañado desde que despegaron con destino a Australia.

Cumplía con sus deberes de forma mecánica, había sido agradable y de gran ayuda a los pasajeros a bordo, y su sensibilidad natural había logrado ocultar el profundo dolor que la invadía. Trató con desesperación de apartar a Nick Cowley de su mente, pero, a pesar de sus esfuerzos, su rostro aparecía una y otra vez... ¿Cómo pudo estar tan equivocada con respecto a Nick?

Volvió a ver su rostro, y sus hermosos ojos adoptaron una expresión de dolor y tristeza al pensar, por milésima vez, en lo segura que había estado de su sinceridad. Pensaba que su relación no era tan sólo una atracción pasajera, sino algo profundo y significativo. Nick nunca le pidió en forma explícita que se casaran, pero se sobreentendía... o al menos, ella así lo creyó.

Tiffany se mordió el labio inferior, y estaba tan absorta en sus recuerdos, que se sobresaltó al ver al capitán del avión a su lado, cuando él dijo con tono severo:

—¿Le importaría quitarse del camino?... quisiera pasar.

Tiffany reaccionó, al percatarse de que aún estaba ante la puerta, después de despedir al último pasajero. Había espacio suficiente para que el capitán Maxwell pasara, a pesar de ser tan alto y fornido; pero al ver que sus fríos ojos recorrían su figura con desdén, indicando que, a pesar de que otros hombres la encontraran atractiva, él no se acercaría a ella ni a diez metros de distancia si podía evitarlo. Se apartó rápido y con un suave rubor. Nunca le había agradado ese hombre, y no era necesario que él hiciera tan obvio que también le desagradaba.

Ben Maxwell iba a cruzar la puerta y después descendería por la escalinata, pero se detuvo, volviéndose a mirarla.

—Sólo un consejo, Nicholls —el uso de su apellido le indicaba que sus palabras no serían algo agradable, y, no obstante, enfrentó con decisión sus ojos grises; su entrenamiento en la compañía la hizo contener la lengua, la cual ardía en deseos de decirle que podía hacer con su consejo, y oyó que continuaba con tono desdeñoso—: aprenda a manejar su vida amorosa —el suave rubor se volvió un intenso color escarlata, ya que había dado en el blanco.

—¿Cómo lo?... —balbuceó muy sorprendida, ya que estaba convencida de que él no podía saber que su vida amorosa yacía a sus pies, destrozada, y que su sugerencia era tan sólo el resultado de una excelente capacidad de análisis.

—¿Cómo lo supe? —terminó su frase—. Tendría que ser ciego para no darme cuenta... Reaccione, Nicholls —añadió con rudeza—. Si no puede manejar su vida amorosa, al menos tenga el buen gusto de no molestarnos a los demás, aburriéndonos con su dramatismo.

Olvidando su entrenamiento, Tiffany abrió la boca para replicar con furia, pero, antes de poder decir una palabra, Ben Maxwell había descendido la escalerilla y cruzaba a grandes pasos el asfalto.

No se rebajaría a gritarle, pensó, al contemplar con ira cómo se alejaba. ¡Oh, cuánto lo odiaba! ¿Quién se creía que era? Ser uno de los mejores pilotos de Coronel Airlines no le daba el derecho a ser tan atrevido y grosero. Se reunió con las demás azafatas y comenzó con sus labores. "¡Espero que su vida amorosa lo amargue un día, Capitán Benedict Maxwell!", exclamó en su interior, y se sintió frustrada al saber que sus deseos eran vanos. No sólo era muy capaz y tenía el mando completo de una aeronave, sino que estaba segura de que podría controlar cualquier crisis emocional que lo asaltara... aunque, conociéndolo, sabía que era demasiado duro para permitir que alguna emoción formara parte de su vida.

¿Por qué las mujeres se enamoran de los cabrones?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora