Capítulo 4

451 39 2
                                    

¿Cómo podría casarse con un hombre al que no amaba? ¿Sería tan importante para la recuperación del padre de Ben, que su hijo estuviera casado? Estos pensamientos perseguían a Tiffany mientras continuaba con su rutina, después de cada vuelo. ¿Cuál habría sido la relación de Frances con Ben? ¿Acaso Frances aún estaría enamorada de él? ¿Alguna vez habría estado enamorada de él? Tiffany se rindió... sólo daba vueltas y más vueltas al asunto.

Sin pensarlo, se preparó un emparedado y una bebida caliente. Debería llamar a tía Margery y decirle que había regresado, pero, a pesar de quererla tanto, aún no se atrevía a hacer esa llamada.

Poco después de las siete, Tiffany se puso unos pantalones de mezclilla limpios y un suéter fresco, ya que había estado haciendo la limpieza; pero como no sabía si Ben la llamaría por teléfono o la visitaría personalmente en el apartamento, no se puso algo más elegante. Había sido un día largo y agotador, pero aun así, fue demasiado breve para tomar una decisión; su mente había sido un torbellino de dudas todo el tiempo.

Un minuto después de las ocho, Ben llegó. Tiffany se dio cuenta de que, al igual que ella, vestía informal... unos pantalones de color beige, un suéter más oscuro y un abrigo forrado de lana. Llevaba consigo el aire fresco de enero y, al estudiar su rostro, descubrió en su expresión que aún no tenía una respuesta.

—¿Quieres dar un paseo en mi auto? 

Tiffany asintió, nerviosa.

—Iré por mi chaqueta —se preguntaba si él experimentaba la misma tensión que la envolvía, pero su expresión no lo delataba.

El movimiento del auto la relajó, ya que Ben era tan buen conductor como piloto. El motivo de su visita no había sido discutido y, de forma gradual, agradecida por haberle dado la oportunidad para meditar, se sintió contenta en su compañía.

Entonces, él se detuvo ante un moderno edificio de apartamentos de tres pisos.

—¿Dónde estamos? —preguntó ella, a la vez que se incorporaba en su asiento y miraba a su alrededor.

—Es mi casa —replicó, y Tiffany volvió a ponerse tensa—. Mi gustaría tomar una taza de café... subamos y me la prepararás.

Su corazón comenzó a latir con frenesí mientras subían dos pisos por la escalera, en vez de utilizar el ascensor. Tuvo que admitir que su agitación sólo se debía a la tensión que anudaba sus nervios.

Su sala de estar era una delicia. Lo primero que vio, fueron paredes verdes de color claro y muebles de caoba, pero al mirar con mayor detenimiento, descubrió que era una perfecta mezcla de lo moderno y lo antiguo lo que la hacía tan atractiva... el precio de los muebles debía ser fantástico. ¿Qué habría pensado de su casa? se preguntó. En comparación, su apartamento, aunque limpio y pulcro, debió parecerle vulgar. Nunca podría vivir allí, decidió, al darse cuenta de que el apartamento de Ben era demasiado... ¿cuál era la palabra adecuada? Perfecto, eso era, el hogar de Ben era perfecto... Una vez que hubiera vivido allí nunca querría marcharse. Se volvió, sin percatarse de que él la observaba, leyendo las expresiones que cruzaban su rostro. Tiffany debía decírselo.

—Ben, yo...

—Estoy esperando ese café, Tiffany —interrumpió, casi como si supiera que le diría que no podía casarse con él, pensó. Él le ofreció una suave sonrisa, la cual no se reflejó en sus ojos.

La condujo por una puerta hacia la cocina y la dejó allí. Nunca antes se había sentido tan nerviosa. Le prepararía el café, después le pediría que llamara un taxi y se iría. Era obvio que él no querría conducir una hora en su compañía, llevándola a su casa, después de haber rechazado su proposición matrimonial.

¿Por qué las mujeres se enamoran de los cabrones?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora