Capítulo 8

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Ben y ella debieron caminar varios kilómetros aquella tarde, y cuando regresaron a la casa, Tiffany estaba muy emocionada por todo lo que había visto. Habían terminado su recorrido en la oficina, donde Ben le presentó a Caleb Gibbs, un hombre de cincuenta años que los había ayudado a manejar la propiedad durante muchos años. Fue claro que la propiedad se manejaba como un negocio, ya que Caleb le explicó todo el trabajo de papelería que esto implicaba, y añadió:

—Creo que paso más tiempo dentro de la oficina que fuera de ella.

Subían por la avenida, cuando ella vio un auto deportivo verde detenido frente a la casa, y cuando Ben y ella entraron en el recibidor, oyeron risas que provenían de la sala. Con sorpresa y gran placer, Tiffany descubrió que se trataba de Holly Barrington.

—No pude resistir la tentación de venir, tan pronto como supe que estaban aquí —saludó a Tiffany, y después, con su típica actitud, plantó un sonoro beso en Ben, y lo abrazó.

—No cambias, Holly —se quejó—, aunque sabes que ahora soy un hombre casado —esto complació a Tiffany y se unió a la hilaridad general.

Holly dijo que no se quedaría a pasar la noche, y dos horas después se despidió.

—Le prometí a mamá que llegaría esta noche... no me creyó, por supuesto. No, en serio —repuso a la invitación de Frances para que se quedara a cenar—. Debo pasar la noche en casa. Ya he oído murmuraciones como: "Estoy seguro de haberte visto antes en alguna parte", cada vez que entro en un lugar.

Holly es incorregible, pensó Tiffany, al dar los últimos toques a su maquillaje antes de bajar a cenar aquella noche. Creía que en ella hubiera podido encontrar una amiga sincera.

Ben ya estaba arreglado y había bajado, y ella estaba casi lista, sólo le faltaba ponerse el encendido vestido de color rojo. Estudió su rostro en el espejo. ¿Estaba demasiado delgado? En realidad, tenía un rostro muy hermoso, pero en aquel momento trataba de decidir qué tipo de rostro era el que le agradaba a Ben. Hacía tiempo que había descartado la idea de que Holly tuviera intenciones amorosas, tan sólo los unía una antigua amistad. Entonces, ¿qué clase de chica era la que le gustaba? No había oído rumores de que saliera con alguna azafata, y en Suiza, Holly había mencionado a una Paula, y a otra Karen, quienes lo hicieron huir de inmediato... no sabía si eran morenas como ella, o pelirrojas o rubias.

El inesperado movimiento del picaporte la sobresaltó, y comenzó a buscar con frenesí su bata, pero Ben ya había entrado, y su mirada recorrió su figura, cubierta con un diminuto sostén, ante el espejo.

—Lo siento, Tiffany—se disculpó, cerrando la puerta—. No puedo salir, mi padre está en el corredor —y entonces intentó tranquilizar su expresión de inquietud—. Vaya, ¡qué bonita estás!

—Yo... debí haber estado lista —le dijo, abandonó su asiento y tomó el vestido rojo del perchero—, pero perdí la noción del tiempo.

Estaba deslizando el vestido sobre su cabeza, cuando lo oyó decir. 

—¿Te gusta este lugar? —se incorporó, después de ajustar los pliegues del vestido, y descubrió que sus ojos la contemplaban, y durante un instante, pareció que su respuesta era importante, pero no era así. 

—Sí, me gusta —respondió, y quiso agregar que en muy poco tiempo habría llegado a amar a Linwood, pero temía que descubriera que también lo amaba a él— Me gusta —afirmó de nuevo.

Apartó los ojos y forcejeó con el cierre; entonces, él la hizo volverse; sintió que sus manos subían el cierre, haciéndola estremecerse de placer cuando sus dedos tocaron su tibia piel.

¿Por qué las mujeres se enamoran de los cabrones?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora