Nada que perder

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La mansión se había sumido en el más profundo silencio, los presentes habían perdido la cuenta de cuantas horas llevaban ya en aquella tortuosa espera, la familia del murciélago parecía fragmentada, pero nada más lejano a la realidad, por que en las buenas podía ser que no permanecieran juntos, pero cuando la vida parecía querer traer las malas, la reunión nunca se hacía esperar. Por ello bajo el lujoso techo, en medio de la sala, algunos parecían más impacientes que otros, la tensión podía sentirse en el aire.

—¿Por qué no simplemente vamos a la Atalaya? B es una mierda, pero me desespera más saber que esta en ese trasto viejo solo con Superman—Jason parecía haber perdido la paciencia luego de haber dado vueltas dentro de la sala, para el se sentía como una jaula dorada y aunque sus palabras fueran duras, escondían una preocupación real por el que era su padre adoptivo.

Sus hermanos alzaron la mirada, cautelosos, como todo Robin, compartían el sentimiento, pero no querían ser imprudentes frente a los sentimientos del mayor de los Wayne, intuían el caótico sentir del murciélago y por ello la decisión de subir a la fortaleza espacial se volvía un poco más inviable.

Más cuando se encontraba cerca el hijo del mismo hombre de acero, este permanecía con la vista baja y los dedos cruzados, sentado sobre el suelo, los brazos sobre las rodillas, Jason siempre había sido chocante con las palabras, pero se había retenido de decir algún comentario hiriente sobre el estado moribundo de Superman, no solo lo había evitado por el sentir del menor de los Kent, si no por la mirada asesina del hijo del murciélago que parecía calarle los huesos de la nuca a cada instante que giraba sobre sus talones con la intención de hablar.

La alfombra de la familia Wayne seguramente no había tenido a alguien sentado por tanto tiempo sobre ella en una postura tan decadente, los suelos de la Batcave se acercaban mucho más a aquello, pero el frio ambiente y la necesidad de un ambiente más cálido les había echo subir las escaleras, el fuego de la chimenea aquella noche parecía reconfortarlos.

Aun cuando el dolor aquejaba los rostros de todos. ¿Quién querría tener a sus padres pendiendo de un hilo irremediablemente? Bruce Wayne quizás estuviera lejos de la muerte, pero su psicología no prometía un buen futuro por la voz afligida con la que les había abandonado en la ultima transmisión dada.

—No es prudente, Jason, debemos esperar, B ya se comunicará con nosotros, solo deberíamos... quizás cerrar los ojos—Grayson siempre había sido el más sensato en aquellas decisiones, el hermano mayor, como todos ya lo conocían, el héroe que tomaría el manto del murciélago de ser necesario, su responsabilidad se encontraba mucho más atada que la de sus otros hermanos, aun cuando su deseo de ser Nightwing permaneciera intacto.

El silencio volvió a reinar en la sala y Red Hood parecía desesperarse más.

—Que se vaya todo a la mierda, voy a tomarme unas putas pastillas, ya me cansé de esperar a que B deje de llorar—La molestia se notó en las mordaces palabras, aun así, tras salir de la sala todos sabían que Jason Todd estaba tan angustiado como todos ellos, era su forma de demostrarlo.

El silencio reinó y poco a poco los presentes comenzaron a marcharse de la sala, no por que no estuvieran vigilantes, si no por que lo mejor era intentar descansar hasta que un comunicado se hiciera presente.

La sala silenciosa terminó dejando a solo dos presentes allí, el equipo fracturado por el tiempo y los acontecimientos ocurridos, Jonathan Kent no tenía palabras, parecía tan abatido como cuando su mejor amigo había estado al borde de la muerte, pero con un toque menos desesperado en los ojos y ahora frente a él, sentado en el sofá, permanecía el nombrado nuevamente como Robin, inseparable de su Tablet donde la información subía desmedida, siempre vigilante, siempre atento, como si no pudiera abandonar su rol de Batman, aun cuando el manto no le pertenecía desde hacía ya unas horas.

Jondami / Escritos de un nuevo BatmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora