Desliz; parte 8.

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El ambiente alrededor del trío se tornó amargo y desagradable por varios días, Takemichi no había querido hablar con Mikey; Mikey por su lado, trataba de darle espacio. El tira y afloja estaba siendo mortificante para los tres, hasta que Haruchiyo intervino, queriendo que, en general, todos llevaran las cosas en paz. Como Mikey había salido por trabajo de último momento y como no estaba para interrumpir, Haruchiyo se hizo espacio en el sofá, al lado de un Takemichi entretenido viendo películas.

—¿Hasta cuándo la ley del hielo? —preguntó Haruchiyo, colocando sobre las piernas de Takemichi un bol lleno de papas fritas.

—No hago eso —dijo Takemichi con los ojos brillando de la emoción por la comida, la cual no tardó en llevarse a la boca.

—Oh, claro que no lo haces. Entonces correr cuando ves a Mikey es solo nuestra imaginación, ¿cierto? Es sorprendente teniendo en cuenta que vivimos en el mismo lugar, pero te escabulles peor que una rata.

—¡Oye! —se quejó Takemichi, limpiándose la boca—, no soy una rata y se lo merece por lo que hizo y tú también —colocó su dedo grasiento en el pecho de Haruchiyo para empujarlo.

—Mikey te quiere mucho y yo... te aprecio, solo estábamos preocupados por ti, ¿por qué te cuesta entenderlo? —Había vacilación en el tono de voz de Haruchiyo—. No queremos hacerte sentir incómodo.

Takemichi tenía la sensación que había más detrás de las palabras de Haruchiyo, era como si le ocultaran algo, sin embargo, decidió no indagar para no iniciar otra discusión. Sonrió con la boca medio llena y le ofreció papas fritas a su compañero.

—Hablaré con Mikey, porque lo extraño. Todo estará bien, espero.

—Está bien, pero si hay algo de lo que desees hablar, cualquier cosa, Mikey y yo somos buenos escuchando. Es hora de que confíes en nosotros.

Se miraron unos largos segundos, era extraordinaria la sinceridad en los ojos de Haruchiyo y el brillo, ¿siempre habían sido tan claros? Takemichi fue el primero en apartarse, completamente avergonzado y dijo:

—Les diré cualquier cosa, lo prometo.

—Está bien, estos días estaré un poco ocupado, pero después de eso, deberíamos salir los tres, ¿no crees? —inquirió Haruchiyo con una sonrisa.

Takemichi asintió y se acomodó, para seguir viendo la película y comer. Aquella fue la conversación más larga y extraña que tuvo con Haruchiyo, y pese a que se sentía mejor, la opresión en su pecho era más intensa, porque se sentía como un traidor al disfrutar de la compañía del novio de Mikey, también por lo mucho que amaba ser el centro de atención del novio de Haruchiyo. Todo era más sencillo cuando solo estaba Hinata. Y eso era decir mucho.

Ese mismo día, luego de que Mikey llegó del trabajo, Takemichi se lanzó a sus brazos y se disculparon como los buenos amigos que eran. Las cosas volvieron a la normalidad por un tiempo. Mikey invitó a Takemichi a comer un miércoles, solo los dos, porque Haruchiyo estaba ocupado, y aprovecharon para arreglar las diferencias que quedaban pendientes. Y por el momento, Takemichi no mencionó lo de irse de casa y evitaba quedarse en casa de Chifuyu por mucho tiempo.

El fin de semana, mientras Takemichi estudiaba para su curso, escuchó ruidos provenientes de la habitación de Mikey. Miró el reloj y no pasaba de las diez, entonces... ¿Por qué ahora? No tenía que ser un hombre experimentado para saber de qué se trataba. Sintió que sus mejillas se enrojecían y colocó el libro que leía en el buró, estirando su mano para apagar la pequeña luz de la lámpara. Se cubrió de pies a cabeza, cerrando con fuerza sus ojos.

No era raro el sexo, pero... Mikey y Haruchiyo eran silenciosos. Tragó saliva y tomó la almohada para cubrirse el rostro, sin embargo, el lado suyo, ese pervertido que todavía estaba enterrado en lo profundo de su ser, salía a la superficie con tal fuerza que lo mareaba.

Finalmente... (SanMiTake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora