Prólogo

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Kiev, Rusia.

Doce de Marzo del año 2006, 16:50 horas.


Un hombre de apenas veintiséis, aparcó sin ningún cuidado en una calle congestionada de coches patrulla y ambulancias, hombres iban y venían en pasos largos, gritando órdenes y pidiendo a la gente mantenerse detrás de la cinta amarilla.

Él, lleno de miedo y confusión dirigió sus ojos hasta la casa víctima de tanto movimiento; Era su hogar. Con pasos apresurados empujó persona tras persona importándole poco las quejas y gruñidos que le dirigían, no cuando ese temblor y frío le recorría cada trazo de piel, en su estupefacción pudo escuchar los gritos de alguien mencionar que no podía pasar y unos brazos fuertes sostenerle por la espalda mientras él se movía con frenesí intentando zafarse.

- ¡Es mi casa! ¡Es mi casa! -Los gritos que salieron de su garganta fueron irreconocibles, buscaba con desesperación a su familia y rogaba a Dios que estuviera soñando, que hubiese un error.

Entró al sitio que ahora se hallaba frío y desordenado. La alfombra del recibidor estaba adornada de carmesí, en ese momento sintió como si cargará tres toneladas en su espalda, completamente atemorizado de dar algún paso más pero con la mente gritándole que se moviera, y su vista no paraba de recorrer las salas de un punto a otro. Quizá sus ojos se habrían salido de sus cuencas para recorrer aquel sitio, de no ser que por fin logró coordinar sus piernas en un inicio con pasos lentos. Recorrió cada habitación provocando que su garganta se secara a cada segundo, sentía los labios rígidos y la boca pastosa, subió las escaleras con mayor rapidez tropezando en los últimos peldaños, sentía nauseas y todo se movía a su alrededor, tuvo que sostenerse de la pared deslizando los dedos cada que avanzaba. Un sentimiento hizo vibrar su mente, con fuerza abrió y cerró puertas aun cuando dijeron que destruía evidencias, aún cuando le quisieron detener. No estaba seguro de nada, su cabeza estaba hecha un caos y en sus adentros no paraba de repetirse que era una mala broma pero, a la misma vez se gritaba lo evidente; al escuchar sus gritos internos hacía que su corazón bombeará con fuerza y su respiración se sintiera pesada, estaba mareado y a cada paso que daba el sentimiento se hacía más claro.

- ¿Dónde? ¿Dónde? -Un susurro que no podía ser escuchado entre tantos murmullos, intentó gritar y sólo consiguió que su voz se quebrará. Sus ojos llenos de dolor y desesperación al fin dieron con ellos, su familia.

El grito que debió haber escapado de sus labios quedó atascado, su boca en una perfecta 'O'. Pronto sus piernas cedieron a escasos metros de los cuerpos, no podía sentir más que un sudor frío recorrerle la espalda y como si su sangre se estuviera deteniendo, estaba paralizado. Su pecho se sentía oprimido y no podía respirar con sus hipidos y las abundantes lágrimas que le dificultaban la vista, aunque no tenía más ganas de ver aquellas imágenes tampoco quería alejarse, deseo tanto abrazar a su esposa, a su hijo. Se arrastró hasta ellos pero fue detenido antes de lograrlo siquiera y no podía pelear más, las fuerzas ya le habían abandonado. Deseó morir junto a ellos, lo deseó con todas sus fuerzas... Sin embargo el destino llega a ser cruel y aquello no ocurrió.


Hamburgo, Altstadt.

Primero de Diciembre del año 2010, 14:30 horas.


Las frías calles de Hamburgo estaban cubiertas por una gigantesca capa de nieve, las personas iban y venían ataviadas con grandes abrigos y gorros, algunos llevaban bufandas ocultando sus rostros del gélido aire, tratando de impedir la sensación del frío cortando sus mejillas. Ciertamente estaba acostumbrado al peculiar clima pues Rusia quizá era mucho peor.

Recordar su tierra natal no le traía buenos recuerdos, no era como un turista o inmigrante que recordaba su ciudad con nostalgia, queriendo regresar pronto, quizá Andrei jamás podría volver, tenía que vivir como hasta ese día, escondido como si él fuese un prófugo. Que injusta vida, el verdadero delincuente no había cambiado ni un ápice su vida. Estaba lleno de odio contra ese monstruo. Su ceño se frunció inconscientemente y sus ojos inyectados de ira mal contenida le impidieron ver su camino, las personas le evitaban pero aquel otro joven sumergido en su mar de pensamientos fue la excepción... Ese choque había sido destinado por el mismo demonio.

Los ojos grises como hielo bajo un cielo nublado se cruzaron con unos ojos que jamás creyó volver a ver.


Buenas noches, les traigo esta 'pequeña' historia que continuará por supuesto.

Espero les agrade y me hagan saber qué tal les pareció este primer episodio.

Hasta la próxima.




Historia de un asesino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora