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Un día, mientras la guerra se prolongaba, comenzó a extenderse una epidemia mortal.

Era una plaga.

Los Alfa y Beta tenían una letalidad baja, pero para los Omega llegaba casi al 100%.

El burdel estaba alborotado.

En un país asolado por la guerra civil, una epidemia de peste era como un golpe decisivo del dios de la muerte. Los pacientes Omega gravemente enfermos eran llevados al monasterio uno tras otro. Nico se infectó mientras los cuidaba, pero era beta, por lo que solo tenía un poco de fiebre. Alfas y Beta eran menos susceptibles a la enfermedad, eran inmunes y salían del cuadro rápidamente.

Pero Nikolai no.

Casi todos los Omega estaban muertos.

Nikolai tenía una fiebre tan alta que sentía que podía quemarse con solo tocarlo y una erupción en todo el cuerpo que lo había deformado. No podía beber agua, le tenía miedo a la luz, temblaba como cascabel y ya no se entendía lo que decía. Incluso si sobrevivía, las secuelas iban a ser tan graves que algunos incluso se suicidaban porque ya no podían ser independientes o porque, incluso sanos, ya no se veían como humanos.

"Nico, Nico, Nico, en... La... En..."

"Shhh... Shh, tranquilo. Tranquilo. Aquí estoy. Todo va a salir bien."

"…Yo ya...."

Era Nico quien estaba atendiendo a Nikolai en la sala de enfermedades infecciosas. Su enfermero personal incluso aunque tenía tantos pacientes haciendo fila.

"La... La..."

"Nikolai, mantente fuerte. Mírame, no te rindas. No te rindas. Eres... Más que esto. Ya pasaste cosas peores que esto. Solo un poco más..."

"La... Yo..."

"¡Solo lucha un poco más! Vas a volver a Rusia ¿No? Vamos a estar juntos, vamos a ir a tu ciudad natal. ¡Es lo que planeamos! Vamos Nikolai. Vamos. Un poco más..."

Nico lo cuidó desesperadamente. Fue triste ver que su hermoso rostro se había desvanecido, que se volvió delgado y que ya no había rastro de su apariencia anterior. Vomitaba todo el tiempo y lo último que hizo lo manchó por completo de sangre.

"Yo... Te daré mi sangre ¿Bueno? Te daré mi sangre, aguanta. Una transfusión va a..."

"Michalis... En el... En.. Sótano. Debajo de las estanterías... Mi... Mi... Micha..."

"... Iré por Michalis. Entiendo. Iré por Michalis. Tranquilo Niko..."

"Mi..."

Pero las palabras de Nikolas se detuvieron allí y murió con los ojos bien abiertos.

"..."

No sintió ninguna tristeza. En realidad, más bien fue como si no supiera dónde la había dejado para empezar. Igual a si todo estuviera frío, dando vueltas, oscuro y... Muy similar a tener el corazón infinitamente duro.

Estaba mareado y no percibió nada.

Se levantó, casi olvidando lo que acababa de pasar, y se cambió de ropa incluso aunque no era necesario. Nico hasta se dio el lujo de elaborar ​​tranquilamente el papeleo para su procedimiento de entierro: Los que morían a causa de la peste no eran enterrados, por lo que los metía en un saco de yute y los llevaban a la morgue. Por la mañana, eran entregados al transportista y entonces eran arrojados a un gran pozo, excavado en lo profundo del bosque y quemados con fuego lanzado a la distancia.

"No puedo más, Dios, no puedo más".

Algunos de los monjes, que llevaban los cadáveres, estaban desconsolados por la miseria. Unos habían abandonado sus trabajos y estaban en el suelo, riéndose en su locura, y muchos otros se encontraban semidesnudos y gritando como si no pudieran soportar el dolor. Incluso hubo un grupo que se azotaba en las espaldas en señal de penitencia. Sin embargo, Nico, que acababa de perder a la única persona que le importaba en el mundo, estaba paralizado. Había tanta muerte junto a él y de todos modos, fue como si estuviera viendo el campo por la mañana. Los animales estaban saliendo de la nada en busca de carne de los cadáveres que se habían caído de los camiones o que no habían sido quemados. Los gusanos brotaban, pululando incluso en los cuerpos que estaban a punto de convertirse en esqueletos y podían verse cuervos y grandes rapaces, cazando sus sobras.

Normalmente, estaría asustado y estaría llorando, pero la realidad era que le habían matado el alma.

Y mientras se preparaba para transportar los cadáveres, un tipo se paró en la morgue, detrás del monasterio, y sacó un bebé:

"¿Ya está muerto?"

"Por si acaso, apuñala su pecho. Si ya se contagio, igual se va a morir."

"No, vendrán a hacernos una investigación si tiene una herida en el pecho. Mejor el cuello."

"¿Un bebé...?"

Claro ¿Él no tenía que hacer algo con respecto a un bebé?

No lo recordaba.

¿Estaba allí para llevarse el cuerpo del bebé? Empujó el carrito que estaba allí y dijo que se haría cargo.

"Ting, Ting, Ting".

De repente dejaron de moverse. Siempre sonaban las campanas de los camiones cuando venían a recoger los cadáveres.

"Bueno, viene un camión".

"Está bien, chico, está muerto. Solo déjalo con los otros y ve a descansar. Los sacerdotes ya hicieron mucho por nosotros."

Pero Nico sintió que los dedos del bebé se movían levemente, por lo que desenvolvió la manta. Aunque estaba sucio por aquí y por allá, tenía ropita bonita, tenía un buen estado nutricional y se notó que lo cuidaron cada día y con mucho cuidado. No estaba enfermo.

"Un bebé..."

El niño le tendió la mano a Nico.

La luz de la mañana brilló a través de la ventana de la morgue.

"Daa... ¡Daa!"

Una voz encantadora resonó y una sonrisa centelleante hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas. No podía dejar de llorar y llorar y gritar y sostener al bebé como si recién recordara lo que estaba haciendo allí y quién era. Vio al hombre, a su Nikolai y sus ojos brillantes. Su sonrisa y su muerte. Su niño y Rusia. Como si hubiese encontrado algo en lo más profundo de su cuerpo, sintió varias emociones una tras otra y tanto, tanto dolor que pensó que iba a desmayarse. Era igual a si un calor que había estado balanceándose detrás de su piel todo este tiempo, hubiera despertado de un sueño profundo. Tristeza, dolor, ira, irritación, amor, alegría y así sucesivamente.

Eternamente.

"Ah, ah... ¡Uuuh!"

Las lágrimas de Nico cayeron sobre las mejillas del bebé pero, de todos modos, incluso aunque lo estaba manchando no podía detenerse.

Todo lo que había logrado hacer hasta ahora, fue despedir a las personas que morían en la guerra y a los pacientes que fallecían entre sus brazos. Impotente a causa de la maldita epidemia. Entonces, para Nico, la sonrisa de este bebé fue como recibir la señal de un ángel. Algo suave y cálido pero tan pequeño que hasta pensó que podía romperse si lo levantaba mal. De repente, incluso recordó la sensación de un caramelo en polvo derritiéndose en su boca. La felicidad cuando se llenaba de él y la dulzura que parecía desmoronarse segundo a segundo hasta llegarle al estómago.
Las células en su cuerpo revivieron y la sangre comenzó a circular por todo su cuerpo incluso después de horas de muerte.

"Quieres vivir.... Quieres vivir ¿No es cierto? Mi pequeño niño. Lo siento tanto... Lo siento"

Yo también, yo también quiero vivir.

"Quiero salvar esta pequeña vida" pensó. "Quiero salvar el recuerdo de mi hermano."

Quiero cuidar este hermoso amor. (Traducción Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora