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Iván Guzmán y Danais Messina

—Capítulo IX—

II/II

Cartas en el asunto


Danais después de escuchar al Chapito decir que él junto a su gente iban para allá, se dirigió a la pequeña casa, acompañada de María y los otros tres hombres, minutos más tarde cuando se encontraban llegando a la morada, a lo lejos observó a Iván acercarse con su caballo, ella decidió no prestarle demasiada atención y siguió hasta su destino.

Miró al castaño de ojos ojos marrones y habló.

—¿Entonces tu nombre es Roberto? —le preguntó.

—Así es, mi señora.

—Quiero que subas al pendejo éste y a la muchacha a una camioneta…

—Por favor no me hagan nada —suplicó María interrumpiendo.

—No pienso hacerte daño, quiero hablar contigo a solas —comentó dándole una pequeña sonrisa.— ¿Entonces?

—Lo que usted pida y ordene —le respondió el hombre.

Casi al instante escuchó que los caballos paraban detrás de ella, seguido de como bajaban de aquellos corceles.

—¿Qué pedo hay aquí? —cuestionó el Chapito posicionándose a su lado.

—Me voy a llevar a tres personas de tu gente; a Roberto, María y el otro imbécil que no sé cómo se llama. Espero y no te moleste.

El recién llegado observó a la gente con el ceño fruncido y con confusión, a lo que ellos agacharon la mirada por miedo a una represalia que él no tenía el derecho de tomar.

—Por mí no hay ningún problema, chula, llévese a los que quiera.

Ella asintió e hizo un ademán para que las personas subieran a una Pick up negra con vidrios polarizados, antes de dirigirse a la salida clandestina, pararon frente a ella, Iván, Nini y los Nini's.

—Los llevas al rancho de mi padrino, ahí nos vemos.

—Sí, mi señora ¿Algo más?

—¿Llevas el radio?

—Sí.

—Ta'bueno, cualquier cosa te comunicas conmigo. —Él asintió antes de comenzar a avanzar.— ¿Te vas quedar? —le preguntó al Guzmán sin dejar de ver el polvo que levantaba la camioneta.

—Sí, quiero ver los sembradíos —respondió tímido y mirando de reojo a la jóven.

Ambos soltaron un largo suspiro, Danais llevó su mano izquierda al hombro de él y con su mano libre le dio un ligero golpe juguetón en el pecho.— Nos vemos en el rancho —musitó por último para dirigirse al caballo rojizo.

—Te trata como su camarada —se burló Néstor siguiendo a la castaña.

—Vete a la mierda, Nini —dijo él Chapito mostrándole su dedo cordial.

—¡Yo también te quiero corazón! —alzó la voz lanzando un beso en su dirección y subiendo a su caballo.

Danais soltó una pequeña risa y comenzó a andar en el caballo, con el pelinegro a su lado. Vio de manera retadora al hombre junto a ella y él frunció el ceño con confusión.

—¿Qué hice? —preguntó.

—¿Carreritas hasta el rancho?

—¿Así nada más? ¿Sin nada?

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