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Dos jóvenes italianos sentados a la orilla de un yate en el mar Mediterráneo, siendo acompañados por el silencio incómodo, la brisa, el sonido relajante de las olas y siendo iluminados por la luz de la luna. Uno de ellos quería soltar la verdad, explicar lo que había pasado hace un par de años, pero ¿Ella lo escucharía?.

—Stefano.

—¿Qué? —ella lo miró.

—Él me mandó a matar a Enzo.

—Eso…

—Déjame seguir —interrumpió. Gianna asintió levemente.— Poco tiempo después de que tú comenzaras una relación con él, me llamó. No era novedad tu noviazgo, era de esperarse. Stefano dijo que te estaban traicionando, a tu hermano, y como "padre postizo" no lo podía permitir. Pero era claro, no se trataba del cariño, sino del poder que Enzo y su familia tendrían.

—¿A qué te refieres con eso?

—A Paulo y los Ferreti, Stefano es padrino de bautizo del argentinito ese.

Algo hizo click en la cabeza de la siciliana. Todas esas reuniones familiares en las que sólo debían ser ellos tres las comenzaste a ver otra forma. Todo era parte de un plan, por eso los Castro jamás fueron invitados a esas pequeñas "fiestas familiares", en su lugar se encontraban los Ferreti.

—Si Enzo hubiera vivido, estaríamos juntos. El poder e influencia de Stefano no hubiera crecido. —lo entendió todo.

—Sí. Él sólo se hizo amigo de tu padre para poder heredar todo de él, pero no contaba con que la custodia y dinero de ustedes pasarían a Miguel.

—La traición —murmuró.

—¿Qué?

—Él reveló la ubicación de mis padres en México.

—Eso es una fuerte acusación, Gianna.

Negó.

—No, no lo es. Recuerdo que antes de que comenzara el caos y la lluvia de balas, mi padre recibió una llamada de él, duraron mucho tiempo hablando, más de lo habitual, ellos…

—Los rastrearon —completó aquella oración que quedó en el aire.— Ya estaba todo planeado, quería terminar con el imperio de tu familia para él construir el suyo.

—Queria acabar con todos nosotros, así no quedaría ningún heredero en la mafia.

Gianna necesitaba acomodar la lluvia de ideas que comenzaba a tener en su cabeza para vengar la muerte de sus padres y hermano.

El silencio los reinó por unos minutos hasta que ambos se miraron, los dos recordaron.

—Llama a Mattia. Por nada del mundo debe reunirse con Stefano.

—Sí. Tú dile al capitán que debemos de volver a tierra firme.

Con rapidez, ambos se levantaron de sus lugares para hacer aquellas órdenes.

Los pequeños pero largos pasos que la castaña daba, eran firmes, estaba decidida a terminar con el siciliano y el imperio que ellos le dieron en charola de oro.

¿Quería llorar y gritar? ¡Claro que lo quería!, Pero ya había sido suficiente, no pasaría el resto de su vida llorando, escondiéndose detrás de su familia, ocultando su verdadero ser. Ya era suficiente, sus padres habían muerto al igual que su hermano y ellos no volverían por arte de magia, con su lágrimas. Debía enterrar su pasado.

Se detuvo en una de las barandas plateadas del yate, inhaló hondo y después miró a la luna, soltando lentamente el aire. Comenzó con su promesa a la luna. No más lágrimas, no más temor, no enamoramiento hasta asegurarse de haber acabado con cada persona que le había hecho daño a ella o su familia. Su venganza comenzaba a partir de ese momento.

Prometí encontrarte... 𝑰𝑨𝑮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora