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Danais Messina e Iván Guzmán

-Capítulo VIII-

I/II


01 de Febrero del 2019
Sinaloa, México.

7:20 a.m.

Danais Messina

Estaba metida entre mis sábanas tibias, cuando escuché que comenzaron a tocar mi puerta, decidí ignorar y me tape hasta arriba, sin dejar nada al descubierto, pero la maldita puerta seguía siendo tocada con insistencia.

-¡¿Quién es?! -pregunté con fastidio.

-¡El más chulo de los Guzmán!.

-¡Ovidio debe estar dormido todavía! -respondí para fastidiar.

La puerta se abrió, mostrando a un Iván con un pans de pijama a cuadros rojos y negros, y una camisa de tirantes en color blanca, sin dejar nada a la imaginación. Sus brazos con un poco bastante volumen en los músculos, con las venas marcadas desde sus manos hasta los codos y un poquito más, mostrando también sus pequeñas pecas en estos.

¡Por Dios Gianna, tranquilízate!

-¡Ey! ¡No entres así! -me quejé aventando una almohada en su dirección.

-Eso no es nada educado de tu parte, italiana. -me contestó lanzando la almohada a la cama.

-¿Tú hablando de educación?, Te recuerdo que entraste a mi cuarto sin permiso. -le respondí recargando mi cuerpo en el respaldo.

-¿Tu cuarto? ¿Quieres que te recuerde que estás en mi casa?

-Corrección, en la casa de tu papá, o sea, mi Nino. -le contesté con una sonrisa victoriosa y él se acercó a la cama.- Pero en serio ¿Qué necesitas?, Quiero dormir son las siete de la mañana.

-Hicimos un trato anoche -me recordó acostándose a los pies de la cama y pasando sus brazos por detrás de su cabeza, marcando sus músculos.

-¿No lo podemos dejar para más tarde?

-Nope, ya mandé a ensillar lo caballos, hija.

Solté un bufido y a los segundos apareció mi hermano en el umbral. Nos mirabas de manera inquisitiva y yo arqueé mi cejas.

-¿Me dejas ir a montar? -le pregunté acabando con el silencio.

-¿Con quién? -miré al hombre que estaba acostado a los pies.- Sí, pero te vienes temprano si él no se quiere regresar.

Durante veinte minutos estuvimos acostados platicando de cosas estúpidas e insignificantes, hasta que los corri de mi cuarto para poder bañarme y arreglarme. Bajé a la cocina para servirles comida a mi perros. En el comedor estaban Alfredo y Fernando, comiendo barbacoa y menudo, parecía que acababan de llegar, era los más creíble, debido a los ojos rojos y porque todo el comedor apestaba a alcohol.

-¿Andaban en algún congal? -pregunté sirviendo las croquetas de mis mascotas.

-Algo así -respondió Fernando.

-Andábamos con las putas -arrugué mis cejas cuando escuché la ofensa y los miré.

-¿Cómo les dijiste, Alf? -pregunté recargado mi cuerpo en la barra.

--Que andábamos con las mujeres. -compuso Fernando, dándole un codazo al Guzmán.

-Así está mejor. -les di una leve sonrisa y comencé a caminar a la salida.

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