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Iván Guzmán y Danais Messina

—Capítulo I—

Danais Messina —Costa Amalfitana, Nápoles, Italia.

Narrador omnisciente

La castaña cerró su libro de literatura de golpe, sobre él empalmó un par de libros, una carpeta rosa dedicada a sus apuntes y un portátil plateado. Corrió hasta su cama para tomar su mochila roja y regresó al escritorio blanco, cogió todos los libros y ordenador; para después meterlos dentro del bolso y engancharla en sus hombros. Pasó por donde estaba su tocador y se miró en el espejo, emitió un sonido de frustración ante su imagen. Sin importarle cómo se miraba se dirigió a la puerta, para salir de la habitación.

Corrió aprisa por el pasillo y escaleras abajo, para poder llegar a la cocina, al entrar se encontró con Chopper, quien traía entre sus manos una taza y ocultaba una sonrisa burlona detrás de esta.

—Vas tarde... Otra vez —habló al verla apurada.

—Ya sé —contestó quitando el recipiente de las manos del hombre.

Él frunció en ceño ante la acción y al ver como bebía su contenido. Al estar vacía la dejó entre las manos del individuo y trotó en dirección al sanitario que se encontraba a un par de metros, lavó sus dientes con rapidez, mojó un poco su cabello para recogerlo en un moño desastroso, aceleró el paso hasta la cocina y musitó desde el umbral:

—Me voy, regreso en unas horas y por favor, alimenta a Romano y Romeo.

—¡Se te está quedando el lonche y las llaves! —avisó cuando la vio desaparecer por la puerta.

Un par de segundos más tarde, reapareció Danais por la puerta, se acercó al hombre, dejó un beso en su mejilla y le murmuró un:

—Gracias.

Aseguro sus cosas para encaminarse al enorme garaje; donde se podía apreciar una colección de carros deportivos y camionetas, de diferentes marcas y colores. Llegó hasta una Lamborghini Urus en color naranja, subió en ella para posicionar sus cosas en el sillón del copiloto e iniciar con su recorrido de una hora con veinticuatro minutos, hasta la Universidad de Nápoles Federico II.

Una de las cosas que le gustaban de Italia, eran sus calles solitarias; sin importar el día u hora que fuera, ya que podía ir a alta velocidad.

En menos de lo que pensó, se encontraba llegando a las instalaciones, estacionó su camioneta, cogió sus cosas y bajó con rapidez, para entrar al edificio. Justo en la puerta de entrada chocó con una persona, ocasionando que sus cosas cayeron al piso, al igual que ambas.

—¡¿Que no... —intentó gritar, frunciendo el ceño mientras se levantaba y observaba a la persona que tenía frente a ella— Lo siento, ¿A ti que te pasó? —inquirió ayudando a la otra persona para que se levantara.

—Carrot se comió el cable de mi cargador ¿Y a ti? —respondió entre risas.

—Romeo rompió mi cargador y la batería no me aguantó —contestó haciendo una mueca de disgusto, a la par que alzaba sus cosas.

—Buenos días, jovencitas —se escuchó una voz gangosa.

—Hola, Francesco —saludaron ellas tranquilas y simultáneamente.

Francesco, apodado "Franch" por ambas jóvenes y otro compañero, era un conserje de las instalaciones y amigo de ellos, después de que él les había ayudado a justificar su primer retardo en el ciclo escolar.

Prometí encontrarte... 𝑰𝑨𝑮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora