Capítulo 9

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Octubre, 2017.
Seocho-gu, Seúl.

El paisaje era un cuadro borroso, la lluvia impedía ver nada más allá de la gruesa cortina de agua que se estrellaba contra la mansión. Un relámpago cortó el cielo, iluminando la pieza y el rostro de la chica que permanecía de pie frente a la ventana, los brazos cruzados sobre el pecho, abrazándose a sí misma como si con un gesto fuera de capaz de contener la tempestad que luchaba por desbordar desde su interior. Jamás, en toda su vida, se había sentido de esa forma.

Tonta, inútil.

La siguiente vez que el cielo se iluminó y el vidrio le devolvió su reflejo, creyó distinguir a la princesa que había sido alguna vez, ahora rebajada, exiliada, convertida en una bella y triste muñeca. Jugó muy poco con su amiga de porcelana, pero su madre había dicho que siempre podría encontrarla en las cajas que almacenaban en el ático. Bien, ahora sabía lo que era ser arrojada al vacío, olvidada mientras el tiempo pasaba y el polvo se acumulaba.

Siempre has actuado como lo que no eres.

No creía que alguna vez fuera a olvidar esas palabras, pronunciadas con el mayor de los resentimientos, apoyadas por una mirada tan cargada de decepción que apenas había soportado devolverla. Jamás fue una de esas personas que se quedaban calladas en una discusión, no importando si llevaba la razón o estaba equivocada. Esa noche, todas sus defensas cayeron ante esa oración.

Tenía presente que el reproche no era más que una cruda y dolorosa verdad, así que aunque lo deseaba, Irene fue incapaz de refutar lo que su hermano dijo. Pero hubo un tiempo, lejano y borroso, una época en la que creyó ser justo lo que aparentaba. Ahora sabía que incluso aquello había sido una mentira, tan bien disfrazada de realidad que tardó en darse cuenta de lo que había tras la máscara.

Jamás fue una líder, nunca tuvo las cualidades que un verdadero guía debía poseer y aunque no era un lastre, sus habilidades no alcanzaban para merecer un título tan importante. Tampoco era una consejera, le faltaba visión e inventiva, se dejaba llevar fácilmente por sus impulsos y cuando las emociones la cegaban, cometía errores y perdía el juicio. Pensó en los últimos años y en como realmente se había aferrado a ser lo que no era.

Quería probar que valía lo mismo que todos los miembros del círculo, así que en señal de protesta faltaba a sus deberes y entorpecía los deberes de los demás. Baekhyun había intentado hacer que comprendiera lo buena que era para las negociaciones, lo tan talentosa que era para mediar en las reuniones. Yixing lo apoyó, elogiando los pocos tratos que había cerrado, esas veces que no dejaba en mal a su hermano y acudía a sus llamadas.

Pero Irene no quería ser sólo la chica de los recados, la que usaba su bonito rostro para conseguir que los clientes aceptaran sus términos y no era libre de empuñar un arma en esos momentos en que su paciencia casi se agotaba.

Tan terco como ella, era su hermano menor.

Sehun estaba decidido a hacerla entender que su papel no era el de cobrar deudas o escabullirse a lo más bajo de los suburbios, dejando esas responsabilidades (y toda la diversión incluida) a los que creía más capaces. Por más que la chica intentaba convencerlo de darle una oportunidad para demostrar que ella también podía hacer esas cosas, el líder se negó a conceder sus deseos y de un tiempo para acá, rechazó incluso escuchar sus protestas.

Entonces, casi como si se tratara de un milagro, Irene vio una oportunidad.

Para ser honestas, fue Seulgi quien le dijo un día, mientras tomaban un baño de tina, que si el jefe tuviera a alguien con quien compartir (o al menos descargar sus frustraciones) tal cómo hacían ellas y varios de sus amigos, entonces quizás su orgullo se ablandaría o como mucho, estaría de mejor humor y se prestaría a escuchar lo que su hermana tenía para decirle.

Muñeca de cristal [Seulrene] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora