Capítulo 5

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Los hermanos pelean, no se puede alcanzar la verdadera fraternidad hasta enemistarse, porque sólo cuando la distancia los separa se dan cuenta de lo mucho que se necesitan. Sehun e Irene eran como todos los hermanos, discutían a diestra y siniestra, casi siempre por tonterías. Quienes los conocían decían que verlos pelear era una cosa divertidísima pues sus temperamentos violentos desataban una guerra en la que la astucia y el orgullo eran las únicas armas y la victoria dependía del único segundo en que alguno bajara la guardia.

Cuando niños, Yifan les dijo que tener diferencias era algo muy humano, pues si nunca discreparan estarían cerca de volverse máquinas: frías y sin criterio. Nunca los detuvo si elegían discutir, tampoco jugó la carta de la jerarquía de edad para someter al menor a la voluntad de su hermana ni impidió que el chico se defendiera sólo porque la otra fuera mujer. El tiempo demostró que su intervención no era necesaria, sus hijos sabían hasta donde llevar la discusión para no causar un daño irreparable.

Pero eso tal vez fuera porque nunca, antes de esa noche, habían reñido por algo que en serio importara.

Encarando al chico que había ido a buscarla sólo para acusarla de estar dándole la espalda a su familia, Irene perdió todo control sobre sus emociones y respondió a los reproches tal cuál haría una niña: esquivando la verdad, negándose a defenderse por algo que no había hecho, importándole poco si Sehun había ido ahí sabiendo más de lo que aparentaba o si su censura se alimentaba de sus propias especulaciones. Volvió la atención a la revista que leía y ni siquiera lo miró al decir con total indiferencia:

—Largo de aquí, niño. Ve a decir tonterías a otro lado.

Debía saber que provocarlo no haría más que despertar su naturaleza agresiva, las pesadas zancadas resonando en la habitación cuando Sehun se adelantó y le arrebató la revista.

—¿Acabaste? —preguntó ella, con gesto aburrido— Que sepas que era de Seulgi, me la prestó antes de leerla así que mejor será que le compres una nueva.

—¿Qué hacías dónde ese imbécil? —atacó el chico, consciente de que andarse por las ramas era sólo una estrategia para distraer su atención.

No era la primera vez que Irene jugaba a no darse cuenta de lo que hacía sólo para sacarlo de quicio, aquel era su método predilecto para quitárselo de encima, pero aunque en el pasado le hubiera funcionado, Sehun no era más un niño. Podría tener 14 años, estar en etapa de entrenamiento y desconocer muchas de las cosas que la otra había aprendido al aceptar su legado, pero eso no cambiaba que él también fuera un Oh, el heredero de los líderes, un hijo de la mafia.

—Dímelo tú, pareces saber mejor que yo lo que hago con mi vida —respondió Irene, poniéndose de pie— ¿Le conté los secretos de la mafia? ¿Me puse de rodillas y le juré lealtad eterna? ¡Dilo ya! Si tan seguro estás de que traicioné a la familia, di...

—Lo dejaste vivir.

Las palabras flotaron, suspendidas entre ellos para confirmar a Irene que no lo había imaginado. Sehun la miraba, apretando los puños a cada lado del cuerpo e intentando controlar el temblor que lo sacudía desde el interior.

—Eunhyuk me dijo que no es la primera vez que vas ahí, querías hablar con ese idiota, obligarlo a confesar lo que sea que esté ocultándole a mamá. Bien, no niego que fue una buena idea y si es verdad que lo descubriste, entonces valió la pena, pero...

—¿Pero? —la chica arqueó una ceja.

—Si has obtenido lo que querías de él, ¿entonces porque sigue con vida?

Irene permaneció en silencio, los pensamientos se agolpaban en su mente, cada instante en presencia de Yunho se le aparecía como una película rodada en zoom con los detalles en los que antes no había reparado quedando al descubierto. Podría decir que fue porque no tuvo la oportunidad, pero si lo pensaba, la verdad era que había tenido instantes perfectos para acabar con él.

Muñeca de cristal [Seulrene] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora