Capítulo 2

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La historia siempre fue un relato a medias. Un cuento demasiado oscuro para tener un final feliz, un tema tan delicado que su padre les pidió que no exigieran detalles. Ocultárselos no hacía más que despertar su curiosidad, pero si saciar la intriga significaba herir a su madre, Irene prefería vivir en la ignorancia y arrojar el tema directo al baúl de cosas que están mejor enterradas. Hasta que la verdad escapó sola de su prisión, materializándose frente a ellos, tan ennegrecida y podrida como la peor de las pesadillas.

Realmente, nunca esperó llegar a conocer a su abuelo. Se decían tantas cosas de él y absolutamente ninguna buena, que una parte de ella habría preferido saberlo muerto para que así ni su recuerdo pudiera atormentar a Junmyeon. Tampoco que su madre viviera temiendo enfrentarse a los demonios de su pasado, pues aunque jamás pudo completar el cuento que hablaba sobre su padre, verlo en ese momento le confirmaba que no temía a Yunho.

Abrazando el mango del cuchillo en su espalda, todo en su postura indicando que estaba listo para atacar, Irene pensó que nunca había visto a sus padres empuñar algún arma fuera del gimnasio donde practicaban y que hacerlo sería como contemplar el espectáculo más grotescamente impresionante, algo parecido a presenciar el momento en que las leonas salen a cazar y se lanzan contra sus presas, garras, dientes y ese instinto asesino dominando sus sentidos.

Movida por la mórbida curiosidad de apreciar de cerca la naturaleza de un depredador, la chica avanzó apenas un paso, colocándose a la derecha del líder que advirtió el movimiento por el rabillo del ojo, el sentido maternal uniéndose a los reflejos de cazador que procuraban siempre mantener a los suyos a salvo. Junmyeon sabía mejor que nadie que una situación controlada puede cambiar en cuestión de segundos, aunque ni él habría imaginado la variación que aconteció frente a sus ojos.

Desviando la atención de quien fue su perdición, Yunho reparó en la aparición como surgida de las mismas sombras. Vestía ropas de ensayo, como si se hubiera desviado camino a sus clases de danza clásica y en su rostro se ocultaba la belleza de una diosa. Todo en su expresión se transformó, el odio que hasta entonces ensombrecía su rostro, el asco que se derramaba en su mirada. La luz alcanzó la penumbra y el dolor punzó en su corazón, una sensación helada recorriéndole la espalda al enfrentar aquel fantasma.

—T-Tú... no, no puede ser —masculló— ¡Estás muerta! ¡Él te asesinó!

No parecía que Yunho estuviera pensando en hacer nada, pero apenas las acusaciones resonaron en el mirador, los hombres de Taecyeon se cerraron a su alrededor, preparados para impedirle realizar cualquier movimiento. Junmyeon soltó el cuchillo, como si el arma hubiera perdido toda utilidad, buscó la mano de su hija y tiró de ella para devolverla al sitio seguro a su espalda, aquel punto donde la mirada insana de su abuelo no podía alcanzarla.

Aunque el daño ya había sido hecho.

Perturbada por lo que su presencia acababa de provocar, Irene no fue consciente de nada más. Junmyeon dio órdenes a sus hombres, Taecyeon los siguió cuando empezaron a moverse, los desvaríos de su abuelo retumbabam a sus espaldas incluso mientras se alejaban en dirección a las escaleras para regresar al auto, pero los pensamientos que se apiñaban en la cabeza de la chica, giraban todos en torno a la misma interrogante: ¿a quién creyó ver Yunho reflejado en ella? ¿realmente existía un fantasma capaz de atormentar aquella perversa alma?

[...]

La presencia de un invitado indeseable se había cargado la atmósfera familiar que solía existir en la mansión, no importando que los chicos hubieran vuelto de su viaje con dos días de anticipación.

Yifan había iniciado la tradición de visitar el lago antes de que las clases comenzaran, con la idea de que un viaje familiar les vendría genial para despedir el verano y recargar energías. La intención quedó sólo en eso cuando Irene se negó a volver a un lugar donde el día se le iba mirando las aguas quietas, el aire apestaba a pescado y los moquitos atentaban contra sus brazos, llenándola de ronchas que tardaban apenas unos minutos en tornarse de un rojo vivo.

Muñeca de cristal [Seulrene] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora