Capítulo 24

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Damon.

Una semana después.

Mi cuerpo vibra por la furia retenida, furia que aumenta mi necesidad de sangre, de romper y destrozar.

Es como si fuera una bocanada de aire, desde que me case con Marcella me he alejado de quien soy, intentando ser algo bueno para ella. Para no eliminar sus sonrisas y alegrías con las manchas y oscuridad es de mi ser. Para mantenerla a salvó.

De mi.

La última vez que deje fluir quién era la mujer que me amaba termino muerta. No sé si Marcella me ame – un hueco se abre en la boca de mi estómago incomodando y quemándome por dentro – jamás quise que alguien me amara, los hombres como yo no merecen ser amados. Se nos es difícil amar. Difícil es una palabra pequeña para lo que realmente es.

No recuerdo amar a nadie, se que amo a mi madre, amo a mi hermano y a Alessio quien considero un hermano pero no a Marcella.

No a ella.

Lo que siento por ella es difícil describir, es como una necesidad, una adicción, un deseo profundo e intenso. Cuándo veo sus ojos brillantes deseo mantenerlos así siempre, cuando escucho sus risas descontroladas y escandalosas deseo escucharlas cada vez más seguido, más alto, provocarlas aún así me sienta un estúpido, cuando sonríe, cuando me sonríe.

Joder cuando me sonríe deseo que solo me sonría a mi, que solo se aferre a mi brazo, encajada en la curva a mi costado de la manera tan perfecta en la que suele hacerlo. Necesito y deseo que solo sea mía.

Mi Marcella.

Su nombre hace eco en mi mente negándose a abandonarla haciendo mi cuerpo zumbar. Flexionó los dedos de mi mano haciéndolos crujir, mis nudillos están golpeados y reventados debido a las sesiones de tortura, me giro caminando con pasos tranquilos al hombre arrodillado y colgado del techo.

Sus rasgos japoneses me enfurecen alimentando la ira asesina que justo ahora corre por mis venas.

Destruir.

Torturar.

Romper.

Sufrir.

Secuestro, Marcella.

Ahora cada vez que pienso en hacer una de esas cosas imagino que es ella quien  está en una jodida bodega húmeda y fría. Desprotegida aunque ¿Realmente lo estaría? Odio saber todo y a la vez nada, nada que me tranquilice justo ahora.

Me inclino quedando rostro a rostro, sus ojos se mueven nerviosos evitando mi mirada.

Derecha, izquierda.

Derecha, izquierda.

— Una vez más – mi voz sale fría y sin tono – ¿Dónde está mi mujer?

— No sabemos nada.

Una risa baja, ronca y fría abandona mis labios haciéndolo temblar. Mi paciencia comienza a acabarse, carezco de ella estos días.

— Puedes tener una muerte tranquila y poco dolorosa, por qué morirás de ello no hay duda.

Silencio.

Derecha, izquierda.

— Creo que haré una visita rápida a las pequeñas Akiko y  Hana.

Clic.

Sonrió victorioso cuando sus ojos rasgados se contraen y se remueve furioso pero temeroso a la vez.

— O talvez a Kazuo, Yuna, Mayu o quizá a la linda señora Nozomi.

Silenció, nadie habla incluso creo que nadie respira y ahí está de nuevo el clic en el ojo izquierdo del hombre frente a mi y puedo escuchar como su fuerza se rompe y un brillo de vulnerabilidad resalta en sus ojos.

Voto De Traición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora