Capítulo 12

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Un grito enfurecido llega de la planta baja seguido de más maldiciones algo dentro de mi me dice lo que ha pasado por ellos me quedo acostada fingiendo estar dormida aún cuando la puerta se abre y cierra de golpe.

La ducha se abre para después sentir el hundimiento del colchón a mi espalda, sigo sin hacer ruido manteniendo mi respiración uniforme mientras escucho el sonido de sus dedos trabajar en el aparato que tiene en manos.

Realiza unas llamadas hasta ahora nada interesante. Tuvo la mala suerte de que dos ataques fueran llevados está noche, por la Yakuza y la CIA, para el como cualquier “Capo di tutti capi” no es conveniente que se sepa su identidad ya que perderían los beneficios que el anonimato les trae.

Solo siendo conocidos en el bajo mundo manteniéndose bajo los reflectores más peligrosos de la mafia pero alejados de los reflectores públicos de la policía.

— Claudia – ese nombre por alguna razón llama mi atención, mi oído se agudiza pero solo murmullos percibo del otro lado – necesito la información que te pedí – silencio – para ayer.

No sé que sucede pero supongo colgó ya que su mano en mi cintura me atrae a el, su nariz se entierra en mi nuca aspirando el olor de mi cabello. Su cuerpo está tenso y puedo jugar escuchar los engranajes de su cerebro trabajar. La rigidez de su cuerpo disminuye con el paso de los minutos hasta que se vuelve nulo, su respiración acompañada de ligeros resoplidos y ronquidos me informa que ha dormido y suelto el aire retenido.

El reloj marca las seis de la mañana sus brazos se aferran a mi cintura, con cuidado trato de liberarme lo logro al tercer intento sustituyéndome por una almohada a la cual ahora se aferra. Me ducho y preparo para el día bajo a la cocina con antojo de tarta de fresa.

Ann está junto con lía la nueva muchacha de limpieza que fue contratada para disminuir el trabajo de Ann.

— Buenos días, Ann, lía.

— Buenos días – saludan al único y Ann cuestiona - ¿Qué quiere desayunar?.

— De hecho me gustaría preparar una tarta de fresas.

— Claro ahora se la preparo – se ofrece pero me niego.

— Quiero hacerla yo Ann.

— ¿Sabe cocinar? – pregunta asombrada lía.

— Claro – sonrió ante las manchas rosadas en sus mejillas por la vergüenza - ¿Dónde trabajabas antes?.

— Yo… Bueno yo trabajaba en la casa del señor Benedict lo siento, el señor Rinaldi.

— Las señoritas ahí no… Cocinaban.

— Gracias a Dios no – dice con alivio – la señorita alma una vez lo intento y estuvimos a punto de morir intoxicados.

Rio ante sus palabras, saco los ingredientes e instrumentos que ocuparé para preparar la tarta mientras Ann reprende a lía diciendo que no puede hablar de sus antiguos jefes. Yo no creo que haya echo algo mal, no dijo nada que no sea cierto.

Ann me ayuda a amasar la harina mientras yo me encargo de picar y hacer lo demás mientras, lía prepara un desayuno un poco… Aburrido. Ann abre la puerta que da al patio para cerrar la puerta de la cocina cuando la tarta está en el horno.

Se puede oler la dulce tarta pero no tanto como me gustaría.

— Anda niña, enciende el ventilador para que el olor salga más rápido.

— Si, Ann – lía enciende el ventilador.

— ¿Hay un problema?

— No señorita solo…

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