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—Aquí tiene, muchas gracias.
El transcurso desde el aeropuerto, hasta la casa de mi abuela dura alrededor de una hora; Cuando salí del lugar tan concurrido decidí llamar a un taxi, porque, aunque en un principio iba a venir a recogerme mi abuela, pensé que era mejor darle una sorpresa.
Así que, después de una hora en el taxi –y pasando mucho calor– por fin me encuentro en el porche de la casa que tan bien conozco.Intento con todo mi ser no desviar la mirada a la casa de al lado, pero me es imposible. Observo la casa en la que tan buenos momentos he pasado y disfrutado y no puedo evitar sentir que retrocedo en el tiempo al ver que la casa está tal cual la vi por última vez.
El césped recién cortado, las grandes y altas palmeras que bordean la vivienda y la fachada de la casa totalmente pintada de blanco sin ningún resquebraje.
Alejo la mirada de ahí, y vuelvo a centrarme en la casa que tengo al frente y que tiene una alfombrilla que dice no tengo un perro, pero si un marido gruñón…
Sonrió ante las ocurrencias de mi abuela y toco al timbre, hace tanto tiempo que no veo a mi abuela que una punzada de nervios hace que me estremezca.
Después de que me fui de California, en muchas ocasiones quise venir, pero sabía que Axel seguía viviendo aquí y quería llegar y no romperme en mil pedazos. Así que me prometí que volvería cuando estuviera completamente reconstruida y pudiera volver a este lugar sin sentirme abrumada por las emociones.
Así que, después de mucho tiempo, lloros, y anhelos, aquí estoy de nuevo. En el lugar en el que nací y en el que me crié.
Escucho pasos dentro de la estancia y de un momento a otro la puerta se abre con un gran estruendo y mi abuela emerge de ella con un gran delantal de flores y un trapo de cocina en el hombro.
Mi abuela o también conocida como, Margaret, sale prácticamente corriendo y me envuelve con un gran abrazo que hace que sienta hasta mi intestino crujir.
Se me habían olvidado como eran los abrazos de la abuela…
—¡Ay mi niña!, ¡Pero cuanto tiempo sin verte! —habla sin dejar de abrazarme.
—Abuela… —murmullo pues siento que literalmente me va faltando el aire.
—¡Ay perdón, Perdón!, es que la emoción me puede. —me suelta y yo suspiro aliviada al poder volver a respirar de nuevo. —Como has crecido dios mío, si la última vez que te vi eras un renacuajo apunto de descubrir el río...
—Ya sabes abuela, el tiempo que pasa muy rápido.
—Ni que lo digas, unos van para abajo y los otros van para arriba. —Sonrió ante esa frase, pues siempre la decía cuando era pequeña y me encantaba imaginarme como seria de mayor.
Aunque, no soy como esperaba ser a los diez años. Primeramente porque no estoy casada con Axel (cosa que pensaba a los diez).
—Abuela, no exageres que tienes 58 años. —Manifiesto pues a mi abuela le encanta echarse años de más a pesar de lo joven y sana que se encuentra.
—Ya hija, tu sabes como soy yo. —Sonríe y yo le devuelvo la sonrisa. —Pero venga, venga no te quedes ahí que he dejado la lasaña en el horno para que termine de calentarse.
Mi estómago gruñe de inmediato y juro que me abstengo de correr a la cocina y sacar yo misma la lasaña –aunque no esté terminada– porqué el hambre y saber que hay lasaña para cenar, no es una buena combinación.
Sigo a la abuela por la gran entrada que abre camino a las demás estancias de la casa y de inmediato, como si fuera un casete a punto de reproducirse, una gran oleada de recuerdos me invade.
Esta fue mi casa desde que nací, hasta que me marche con trece años. Resulta, que mi madre se quedó embarazada muy joven de mi –cuando acababa de empezar en la universidad– mi padre pertenecía a un año mayor, pero aún así era joven
>> así que, tanto ellos como mis abuelos opinaron que era buena idea que estos últimos me cuidaran mientras ellos seguían estudiando en la facultad.
>>Tiempo después, –y cuando yo ya tenia cuatro años– a mi padre le salió una oferta de empleo fuera de Los Ángeles y ambos decidieron marcharse juntos, por lo que yo me quedé en completo cuidado por parte de mis abuelos.
Cuando empecé a crecer mis padres todavía seguían trabajando fuera y aunque yo siempre la escuchaba hablar con la abuela y llorar, nunca regresaron, aunque yo siempre lo comprendí: mis padres aspiraban a más para mí, y aquí no podían encontrarlo.
Siempre hablaba con ellos, también recuerdo que me visitaban esporádicamente y me enviaban los juguetes más novedosos del mercado…p
Pero ningún elemento material se compara con el cariño y la presencia de tus padres.
Así que sí, en resumidas cuentas viví y me crie con mis abuelos hasta que cumplí doce años, momento en el que mis padres regresaron y nos fuimos todos a vivir a Seattle.
Nunca les podre reprochar nada ya que se que todo lo hicieron por mi bien y mi futuro, pero me hubiera encantado contar con la presencia de ambos durante las partes fundamentales de mi vida.
Salgo de la ensoñación en la que me encuentro y me dirijo hacia la abuela que ya se está aproximando a la cocina.
—voy a subir la maleta, abuela.
—Vale cariño, relájate un rato y termina de desacer las cosas. Yo te aviso cuando esté todo listo. —Información y yo asiento con la cabeza en respuesta.
Cojo la gran y pesada maleta que va a acabar conmigo y subo las empinadas y grandes escaleras.
¿No podían hacer escaleras mas pequeñas?.
Cuando por fin llegó a la segunda planta, me dirijo hacia la puerta de la derecha y al abrirla, de inmediato un olor a vainilla y otro elemento que no logro identificar invaden mis fosas nasales.
La habitación está tal cual la deje, una gran cama 4×4 situada en el centro de la habitación, un vestidor situado en el lado izquierdo de la habitación, mis estanterías abarrotadas de libros infantiles y posteriormente mis libros de romance y mi gran escritorio que se encuentra pegado al gran ventanal bordeado por cortinas de color verde agua.
Dejo la maleta en medio de la habitación y me dirijo hacia mi estantería, cojo un libro cualquiera y me río al ver las portadas tan simples que tenían y que a mi me fascinaban.
Me siento en la silla giratoria de mi escritorio y abro las dos grandes cortinas que le quitan la luminosidad a la habitación, al momento en el que lo haga un aroma a sal y verano invaden mi habitación por completo.
Abro uno de los cajones del escritorio y observo todo un cajón lleno de materiales escolares y libretas que usaba cuando iba a la escuela y posteriormente, al instituto.
Intento abrir el siguiente cajón pero este aparece cerrado con llave, y recuerdo el motivo, este era el cajón en el que guardaba mis diarios o notas cuando no quería que nadie más que yo las viera.
Aunque claro, Axel sabía lo que escondía en ese cajón. Y aunque el fuera mi mejor amigo, nunca le enseñe aquellas cosas que escribía.
Me levanto del escritorio y me dirijo al lugar en el que se con certeza que se encuentra la llave, justo dentro de la caratula del disco fearless de Taylor Swift. Abro la caratula y sonrió al ver que efectivamente, la llave se encuentra ahí.
Abro el cajón del escritorio y de inmediato una oleada de polvo y a cerrado invaden mis fosas nasales.
Abro todavía más las ventanas siquiera y saco uno de los diarios que se encuentran en el fondo. Es rosa y está decorado con mucha purpurina.
Lo abro por la primera página y sonrió con nostalgia al leer la letra de una pequeña niña de tan solo seis años.♡
Un capítulo cortito, normalmente los caps son mucho más extensos pero esta vez lo he recortado para poner los fragmentos del diario de Jade en otro capítulo 💗
Ig: ittsmelu_
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Un amor Olvidado
Teen FictionJade adora a su abuela, y cuando sus padres le regalan por su cumpleaños un billete de avión para ir a visitarla, no se lo piensa dos veces. Han pasado cinco años desde que estuvo en California, cinco años desde que lo vio por última vez, cinco año...