Cap. 1 - Ruinas

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Ver la casa desde la perspectiva que le brinda el suelo ya debería ser una costumbre para Beatrice. 5 de cada 7 noches termina alojada en ese pequeño espacio que le brinda la alfombra a un lado de su cama. No puede respirar, el pecho le arde, el dolor se aloja en alguna parte de su cuerpo que le impide moverse. Abre los ojos y trata de suprimir el dolor, pero la supresión de este mismo parece anclada a una especie de nube negra que mina todo lo que parezca tener terminaciones nerviosas en su interior, expandiéndolo como un tumor en plena metástasis. Su cuerpo tiembla, sus extremidades están congeladas y sin embargo el sudor emana de su cuerpo como si hubiese corrido un maratón. Son largos y angustiosos minutos luchando contra si misma para salir de ese estado. Esta furiosa. Las lágrimas corren por sus mejillas, sonidos roncos salen de su garganta y una sola imagen en su mente; Ava.

Imágenes de Ava sufriendo en terrenos llanos cargados de neblina, imágenes de Ava sola sin poder moverse o lo que es peor; Ava muerta. Ava... Ava... todo es Ava en innumerables y terribles situaciones en las que no puede interferir. Beatrice sabe lo que está sucediendo. Entiende lo que un ataque de pánico significa y conoce las medidas para tomar control de sí misma y calmar su mente, ella ha sido entrenada para esto y sin embargo nada de eso parece funcionar cuando sus sueños atacan por la noche y la dejan temblando por horas tirada en la alfombra en posición fetal.

Sin embargo, siempre hay un momento, justo antes de sentir que está a punto de desmayarse que recobra la calma y sus ojos cansados se cierran al tiempo que su mente se apaga y le da un pequeño momento para descansar sin pensamientos o sueños que la atormenten. Beatrice ha empezado a pensar que la tranquilidad cobra su cuota cada dos tantos y de alguna forma, está bien con eso.

No todos los días son así. A pesar de que el dolor no parece ser algo opcional últimamente, hay días mejores que otros. De acuerdo con la medición de Beatrice suelen ser 2 días cada semana, justo después de sobrevivir la peor noche, una extraña validación de la teoría de "cuando más oscuro está el cielo, es que esta por amanecer" eso, o es la vida encargándose de no matarla para poder seguir atormentándola. Beatrice empieza a pensar que el humor negro es la cortina de humo en la que se esconde, incluso eso, la hace sentir más cerca de Ava.

Beatrice abre los ojos mira el techo y piensa en el día que tiene por delante. Largas horas que gastar sin Ava. Wilson, su nuevo fiel compañero permanece acostado a su lado. Wilson es tierno, como todo perro, supone. No es muy obediente y tiene problemas de control, pero no importa si es de las buenas noches o de las malas noches se mantiene ahí, a su lado. Beatrice se pone de pie, camina hacia el baño mientras se desviste, abre el grifo de la regadera y sin esperar a que el agua quede templada introduce su cuerpo al chorro de agua fría que cae sobre su cabeza. Frio y sin pensamientos. Justo lo que necesita. Luego, se peina, se pone unos pantalones vaqueros desgastados y una camisa azul de manga larga, se sirve un vaso de té y sin zapatos sale al porche, donde se halla una silla en la que se sienta, igual que todos los días a esa misma hora.

Estira el brazo por encima de la cabeza, luego hacia ambos lados y, para completar la rutina, hace varias rotaciones de hombros. Se encuentra a gusto, limpia y fresca. Le gusta sentarse allí, al amanecer, especialmente después de haber pasado una noche tan molesta y dar rienda suelta a sus pensamientos sin ninguna dirección concreta. Lo que más le gusta es contemplar la playa y la salida del sol reflejando en el agua. Las playas de Los Cabos son preciosas en otoño, sus fascinantes colores resplandecen de inmediato y, como es costumbre, Beatrice se pregunta si los anteriores dueños de esta muy pequeña casa a la orilla del mar también habrían pasado los amaneceres sumidos en los mismos pensamientos que ella. Empieza a hacer cuentas mentalmente, sabe que ha invertido casi todos sus ahorros en esta casa y el bar arruinado que compro apenas llego y que pronto tendrá que hacerlo producir dinero, pero descarta ese pensamiento y decide disfrutar de los restantes meses que piensa dedicar a restaurar el bar sin preocuparse por la cuestión económica. Confía en que todo saldrá bien.

El Bar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora