Espera solo un poco, Xichen

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A Lan Xichen le había tomado 10 segundos comprender lo que había escrito en la cuenta de purificación, 32 segundos en decidir si era correcto o no asistir al llamado, 50 segundos acomodar su bata de dormir y su cabello, y 30 segundos decirle a uno de los sirvientes que traería a un amigo al palacio del Inframundo.

Y todo eso valió la pena porque en el momento en que sujetó a Jiang Cheng para volver a secuestrarlo, vio aquél hermoso sonrojo en las mejillas del joven.

Jiang Cheng era una tentación muy grande que él no sabía que pudiera existir hasta que la tuvo en frente y una parte de él le hizo desear, por un brevísimo segundo, realmente secuestrar al joven para ser el único que viera aquél sonrojo.

Sin embargo, la parte racional de él, la que le decía que seguir espiando al chico con la excusa de su preocupación, le hizo desechar la idea porque Jiang Cheng era muy joven para marchitar su belleza en el frío Inframundo.

"Es realmente hermoso, como una flor de loto del reino celestial".

Así pues, Lan Xichen lo llevó hasta donde estaban los perros del Inframundo, quienes en cuanto sintieron la presencia del joven Jiang, se volvieron pequeños cachorros en búsqueda de atención.

Lan Xichen se odió por eso, porque en el momento en que los cachorros hicieron aparición en escena, Jiang Cheng dejó de mirarlo y el sonrojo desapareció de esas mejillas que gritaban por ser tocadas y besadas.

También fue cuestión de segundos lo que le tomó a Jiang Cheng volcar toda su atención a los cachorros, a quienes empezó a rascarles la cabeza y hablarles de forma cariñosa. Los cachorros empezaron a mover la cola con felicidad, causando una especie de celos infantiles en Lan Xichen.

— Yo también lo extrañé. Ahora vuelvan a ser feroces guardianes y cuiden de las almas.

Lan Xichen quiso decir que él también lo había extrañado y de nuevo, por un brevísimo segundo, quiso secuestrarlo y reclamar el hecho de que no lo hubiese visitado antes.

"¿Quien soy yo para reclamar ese hecho a este joven?" Se preguntó Lan Xichen antes de hacer a un lado todos aquellos deseos egoístas sobre el joven Jiang Cheng. Él no era nadie para reclamar a un joven como él, que vivía y resplandecía a la luz, solo para condenarlo a una vida de oscuridad y soledad por el egoísta deseo de seguirlo contemplando.

Los perros de nuevo retomaron su forma original y Jiang Cheng regresó su atención a Lan Xichen, quien esperaba pacientemente por esta.

La sonrisa de disculpa del joven Jiang fue, sin lugar a dudas, algo que Lan Xichen guardaría junto con el sonrojo y la mirada de unos momentos atrás.

— Le he traído a ver a sus perros, joven Jiang. — Aclaró Lan Xichen con esa amable sonrisa que siempre había en él, pero esa vez era porque tenía para él toda la atención del joven. — Ahora tengo una duda que me gustaría que resolviera.

Jiang Cheng se puso nervioso y fue inevitable ver como desviaba la mirada ante la vergüenza de la situación.

— Realmente no pensé que fuera a funcionar pero no perdía nada con intentarlo.

Jiang Cheng rió de manera nerviosa y Lan Xichen negó con la cabeza por esa respuesta antes de señalar el camino para dirigirse al Gran Palacio Infernal. 

El joven Jiang asintió y empezó a caminar con él en un silencio que le decía a Lan Xichen que el joven Jiang estaba incómodo ante su presencia.

La vez anterior, el joven Jiang no se había mostrado así de nervioso, era más relajado e irreverente, por lo cual, esa la nueva faceta que miraba le generaba dudas al señor del Inframundo y le gritaba en la cara un hecho que se permitió olvidar por un instante: ¿Quién querría vivir en el inframundo por su propia voluntad?

Semillas de Loto || XiCheng FFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora