Capítulo 2.- La serpiente y el dragón.

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Aquella mañana, el sol bañaba todas las calles de Dorne, con un calor bochornoso que solo sus habitantes sabían sobrellevar. El astro rey traía consigo no solo aquellas temperaturas, sino que, en aquel día, había traído unos barcos adornados por una bandera con un dragón como sello. La casa Targaryen había llegado hasta las costas de Dorne.

Una comitiva mandada por el príncipe dorniense recibió a Viserys Targaryen, a su consorte Alicent Hightower, a sus tres hijos y la manod el rey, Otto Hightower, quien había vuelto a la corte según las investigaciones hechas por el propio príncipe. Tanto él como su mujer, la princesa de Dorne, recibieron al rey del continente en su gran palacio, colmando de lujos a los recién llegados.

A pesar de esto, el trato entre Martell y Targaryen era frío, distante. Eso cambiaría con la participación de la mano, quien se acercó al príncipe dorniense en la fiesta que estos habían organizado para honrar la visita del monarca.

-Mi príncipe. ¿Podemos hablar?- preguntó mientras miraba a su consorte, justo al lado de su marido.

-Lo que quiera decirme, mano, puede hacerlo delante de mi esposa. Ella es mi mayor confidente, mi mano si la quiere llamar así.

Aquellas palabras hicieron que una risa irónica se instalara en la garganta del mayor, aunque sin salir, pues hubiera sido una falta de respeto para los anfitriones. Él siempre pensaría que los dornienses serían unos bárbaros y por supuesto, una mujer nunca sería mano y, mucho menos, tendría opinión sobre ciertos asuntos.

-Bien, señor. Quería proponerles un trato...

Aquel plan no lo había trazado él. Pero tenía que reconocer que Alicent, su hija, había tenido una brillante idea con aquello. Por lo que no tardo en mostrarle su apoyo y de hacer de intermediario. Además, sería fácil controlar a una princesa dorniense. Casarían a Aemond Targaryen con la princesa Elyanna Martell. La casa Targaryen ganaría el apoyo y respaldo de uno de los ejércitos más letales como era el de Dorne y la casa Martell estaría ligada a los Targaryen, sin necesidad de doblegarse.

Ambos cónyuges se miraron ante aquella propuesta.- Necesitamos pensarlo con calma, ser Otto. Tendrá una respuesta antes de su marcha.

El susodicho se retiró del lado de la joven pareja y vio como estos marchaban hacia el jardín, hablando. Todo ese viaje tenía que servir para unir ambas cosas y que no fuera en vano todo lo que estaban haciendo. Miró a su hija, allí, al lado del rey, y con un asentimiento de cabeza, ambos entendieron que su plan había comenzado. Pronto necesitarían a aquellas gentes para la guerra que estaban planteando.

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-Aegon. Vámonos. Deben de estar preocupados por nosotros.

-Oh vamos, Aemond. No pasará nada.

Dos jóvenes encapuchados, con un pelo tan blanco como la arena de la playa que en ese momento pisaban estaban entrando, antorcha en mano, en una cueva completamente oscura y silenciosa, solos, en aquella noche en el que solo el fuego y la luz de la luna los iluminaba.

-¿Qué crees que saldrá de aquí? ¿Un monstruo marino?

-Aegon... Tenemos que volver con Helaena, está fuera, sola.

-La rarita puede estar sola mientras nosotros investigamos estas tierras bárbaras.- aquellas palabras las había escuchado de su abuelo, mientras escuchaba a escondidas y como despreciaba todo lo que tuviera que ver con Dorne.

En aquella penumbra, ninguno podía ver más allá de donde la luz del fuego les dejaba ver. Siguieron avanzando, no sin mirar en algunos momentos hacia atrás, intentando no perder de vista la playa. Unos metros más y toparon con una pared de piedra arenisca que los rodeaba.

The serpent and the dragon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora