chapter 20

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Subí a la segunda plata para ir al baño, había aguantado veinte minutos las ganas de orinar mientras me obligaba a quedarme dormida por no subir ni quedarme parada frente a mí puerta como una acosadora sólo pensando que Jennie estaba dentro durmie...

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Subí a la segunda plata para ir al baño, había aguantado veinte minutos las ganas de orinar mientras me obligaba a quedarme dormida por no subir ni quedarme parada frente a mí puerta como una acosadora sólo pensando que Jennie estaba dentro durmiendo en mi cama.

Y aunque me dije que no lo hiciera, que no mirara para allí y que sólo la ignorara, al pasar no pude hacer más que mirar adentro.

Claro, sólo para cerciorarme de que ella estuviera bien.

Jennie estaba en mi cama sin nada en la parte de arriba solo con su sostén, acostada boca abajo mientras una de mis sábanas le tapaba directamente el trasero y dejaba un poco de sus piernas al descubierto.

Allí mismo bajé al infierno de un sólo tropezón.

La posición era tan sugestiva que mi miembro se removió en mi ropa interior, de no ser porque sabía que Jennie me odiaba, hubiera pensando que era adrede para que yo fuera allí.

O quizás si lo era para decirme: "Mira lo que te pierdes".  Quien sabe.

Seguí de largo hasta el baño y me metí allí, mis ojeras estaban grandes y cansadas y mi piel lucía sin color cuando me la mojé para quitarme un poco la pesadez de encima. Los azulejos color azul la hacían ver más verdosa que ayer.

Pensé en darme mejor una ducha para quedarme de largo despierta, debido a que ya eran casi las 6 am y tenía despertar. que llevar a Jennie a su casa, al despertar.

La temperatura del agua era lo único que me hizo sentir un poco menos estresada y al estar debajo de ella mis músculos se destensaron.

Estaba poniéndome el shampoo, y mis ojos estaban cerrados por seguridad cuando escucho la puerta, me enjuago y lo primero que alcanzo a ver es a Jennie parada fuera de la ducha, sólo con unas bragas color negro y su sostén de igual color.

Su piel lucía más perfecta que siempre, blanca y fría en contraste con esa marca color azulacea que llevaba en la cadera y que me ruboricé al recordar como se la había hecho la última vez que nos acostamos.

Cerré la cortina para ocultarme y ella no movió un músculo de su cara, sólo me miraba fijamente.

— Pensé que dormías — le conté.

— No puedo. Sólo no dejaba de pensar.

—¿En qué? — pregunté.

— En que podrás ser una sádica hija de puta, pero yo soy una masoquista de mierda.

— ¿Um?  — me quedé perpleja y confundida.

Ella sólo caminó hacia la ducha y se metió junto a mí, debajo de la lluvia de agua.

Me arrancó un beso y de repente mis sentidos volvieron a la vida, lo tenía acorralada contra la pared con sus labios presionando los azulejos y su trasero, ya desnudo, contra mi erección.

Sense | 𝗝𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora