CAPÍTULO XXVII

3.7K 308 1
                                    

Capítulo editado

El cielo había estado más nublado aquella mañana y ya eran cerca de las seis de la tarde, pero el cielo había oscurecido lo suficiente como para que la casa ya tuviera las velas encendidas y aquello solo era claramente una advertencia de que el ci...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El cielo había estado más nublado aquella mañana y ya eran cerca de las seis de la tarde, pero el cielo había oscurecido lo suficiente como para que la casa ya tuviera las velas encendidas y aquello solo era claramente una advertencia de que el cielo pronto dejaría caer lluvia esa misma noche en Purbrook.

Hace tres semanas que John había partido de Londres hacia Petersfield, dos días después de su llegada se había marchado rumbo al condado de Kenworth donde se encontraba la propiedad que necesitaba de su atención.

Tras una semana de arduo trabajo, decidió marcharse a Purbrook, sin antes prometer que en cuatro meses regresaría a visitar a sus empleados que se quedaban contentos y aliviados de poder seguir trabajando para su pequeña familia.

—Señor, ha llegado el nuevo informe sobre la situación en Kenworth tras su partida —habló Freddie, su mayordomo, mientras le entregaba unos papeles—. Como se esperaba, su visita ha sido de gran ayuda a los empleados que cuidaban la residencia hace años, por lo que esperan que para su próxima visita en cuatro meses la residencia estará en mejor estado.

—Es bueno oír aquello —suspiró John mientras tomaba asiento en el descuidado despacho que tenía la residencia de Purbrook. Entonces, con los ojos cerrados, señaló con su dedo índice el lugar—: ¿Qué se debe hacer aquí?

—Puede tomarse un descanso el día de mañana —sugirió su mayordomo—. Esta propiedad no necesita de la misma atención que Kenworth, por lo que podría dar un paseo mañana por el terreno y visitar cada lugar para confirmar lo que los empleados solicitan para la mantención del lugar.

El joven asintió a su mayordomo y suspiró cansado.

—Puedes retirarte Freddie, mañana continuaremos con el resto —dijo John—: Dios sabe que ambos necesitamos un buen descanso esta noche.

—Con su permiso, señor.

Cuando quedó solo en el despacho, John aflojó su camisa y se levantó para servirse un vaso de whisky. No era la mejor forma de pasar la noche, pero le daría algo a lo que aferrase o, de lo contrario, terminaría escribiendo cartas que no serían respondidas. Escribirlas no era el problema, más bien, el que no fueran respondidas le parecía curioso y humillante, ya que no creía que aquel silencio fuera lo único que más le preocupara desde hace unos días «Tal vez no sabe dónde debe enviar sus respuestas» Aquello era lo que se decía con demasiada frecuencia cuando recibía cartas, pero ninguna de ellas era la que más deseaba recibir. Claro que eso era solo una excusa ya que se había asegurado de anotar donde podrían enviarlas en caso de respuesta.

Pero ya habían pasado tres semanas y las únicas cartas que recibía era sobre el estado de cuentas, el progreso de sus propiedades, las posibilidades de conseguir arrendatarios en Kenworth y, las de su madre, las cuales solían abundar más que todas las anteriores.

Al Hombre Que Amo [#1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora