VALKIRIA | "No hay nada malo en quien eres"
Pitch Black ha regresado sediento de una segunda oportunidad contra los guardianes desde su derrota en la época oscura. Para proteger a los niños, se necesita de un nuevo recluta: Jack Frost.
Inmaduro e...
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━━━━━━━❪❄️❫━━━━━━━ Mis queridos guardianes: es nuestro trabajo proteger a los niños del mundo y mantenerlos a salvo. Brindarles asombro, esperanza y sueños. Los he llamado a todos por una sola razón: los niños corren peligro. Un enemigo que hemos tenido durante siglos ha decidido contraatacar y solo nosotros lo podemos parar.
Freyja vio a lo lejos las auroras boreales y supo que algo no andaba bien. Una sensación de hormigueo apareció en su estómago y tragó pesado antes de tomar el bozal de Pegaso y dirigirlo adentro del palacio.
Las enormes puertas se abrieron y ella entró a una sala majestuosa, iluminada por un vitral que dejaba pasar la luz. Freyja vio cómo los rayos de la Aurora se colaban por esa ventana. Apretó los labios y se llevó a Pegaso a su pequeño establo, dándole la espalda a la luz.
—Nope.
El hada de los dientes recibía las muelas que traían sus pequeñas hadas, las organizaba en sus respectivas cajas y las felicitaba por su buen trabajo cuando notó las luces. Y tras dejar la indicación a sus hadas de no abandonar sus puestos, salió a su encuentro con un pequeño grupo tras de ella.
Norte informó a los guardianes de la arena negra que había visto antes, la que le había mostrado la figura de Pitch. Conejo reclamó que aún tenía muchos huevos que preparar para la pascua que pronto llegaría; que no le hiciera perder el tiempo por un presentimiento de su panza.
Fue cuando Freyja entró a su sala del trono, caminando en dirección a su estudio, que vio como la luz azul atravesaba el vitral y empezaba a formar una figura, la misma que interrumpió la acalorada discusión de los guardianes. La Valkiria la miró incrédula, con la sorpresa instalada en los ojos y con los labios entrecerrados murmuró:
—No puede ser —murmuró Freyja.
—La marmota está bien —bufó Conejo.
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Ya había caído la noche y los guardianes aún tenían una importante tarea pendiente. Conejo se escondió detrás de un establecimiento y concentró todos sus sentidos en calcular los pasos de Jack Frost. Sus orejas erizadas buscaban las ondas más imperceptibles y su nariz aguzada a la filosa sensación que acompaña siempre al frío. Aprovechó la oscuridad para esconderse a sus faldas y que el muchacho no lo escuchara.
De un movimiento, lo acorraló.
—Hola, amigo —saludó.
Jack se giró sobresaltado y encaró a su viejo rival recargado en ese muro debajo de la luz.
—¡Cuánto tiempo! —soltó a pesar de la fuerza en sus dientes—. Desde esa ventisca en pascuas, fue en el sesenta y ocho, ¿no?
