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130 d.c

Las semanas pasaron, Daemon y Rhaenyra se habían casado y ahora vivían en Roca dragón con sus hijos a excepción de Baela que se había quedado bajo el cuidado de su abuela. Para Vaegon eso fue un golpe duro, no quería que siguieran separados, se prometieron enviarse cartas y visitarse siempre que fuera posible.

Como Daemon había dicho Vaegon necesitaba tiempo, bastante para ser sincero, desde que se mudaron no había salido de su habitación, pedía que le llevaran la comida allí y a la única que le permitía entrar al lugar era su hermana.

Las cosas que tenía en Desembarco del rey habían llegado hace unos días y entre ellas encontró una carta que Aemond le había escrito, no pudo abrirla, se pasó horas observandola, imaginando su contenido, pero no se sentía listo para leerla.

Dejo la carta sobre la mesa de noche, tomo su espada y por fin salió de su habitación. Decidió que era momento de retomar su vida, no podría lamentarse para siempre.

Llego al patio de entrenamiento y se encontró con su padre.

- Rhys, hasta que nos honras con tu presencia- pero el muchacho no respondió solo le dio una mirada molesta- no estas de humor, quizás un combate te ayude con eso.

Ambos hombres tomaron sus espadas y se pusieron en posición de pelea. Vaegon fue el primero en atacar y Daemon no tardó en defenderse. Golpes iban y venían de ambos lados, el sonido que hacían las espadas al chocar retumbaba por todo el lugar.

- ¿Qué pasa hijo? Estas muy lento- eso solo logró incrementar la furia del peli negro, empezó a lanzar ataques sin parar, cada golpe con más fuerza que el anterior.

En un momento de desconcentración del mayor, Vaegon logró desarmarlo, mientras que con su pie le quitó la estabilidad permitiendo que cayera de espaldas al suelo. Lanzo un último golpe con su espada que paso muy cerca del rostro de Daemon pero terminó cayendo a su lado.

Vaegon tenía la respiración agitada y se permitió cerrar los ojos un segundo para calmarse, situación que su padre no desaprovechó para atacarlo y hacer que cayera al suelo también, a su lado.

- Nunca bajes la guardia a menos que tu contrincante esté muerto- repitieron al unísono.

- Ya que pudiste liberar tu ira es momento de hablar, dime ¿qué lo que te molesta?

- En realidad son muchas cosas, algunas que me he guardado por años- ambos observan el cielo aún tirados en suelo.

- Te escucho.

- En primer lugar, quiero que me cuentas sobre tu relación con mi madre.

- Nuestro matrimonio fue por conveniencia, nunca estuvimos enamorados y mucho menos nos amamos, no compartimos más de tres o cuatro momentos junto, no podíamos soportar si quiera la presencia del otro- el príncipe fue directo y era algo que Vaegon agradecía, prefería la verdad por encima de todo, aunque aveces fuera difícil de aceptar-Lo único que puedo agradecerle a esa mujer es que le dio vida a mi primogénito, aún recuerdo la primera vez que te tuve entre mis brazos, eras mi más grande orgullo y lo sigues siendo hasta el día de hoy.

- Puedo entenderlo, gracias por tu sinceridad.

- ¿Qué más quieres saber?

- ¿Por qué te casaste con Rhaenyra? Esto no tiene que ver con tu ambición por el trono, o si?

- Me casé con ella porque la amo, no voy a negarte que al principio cuando todo esto empezó esas eran mis intenciones, pero los sentimientos fueron más fuertes. Rhaenyra es el amor de mi vida- Daemon confiaba plenamente en su hijo, por eso le hablo de sus sentimientos con tanta tranquilidad.

El Deseo Del Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora