2 Un nuevo amigo

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Pude ver que la madre de Luis estaba realmente enfurecida, pues no solo los iba empujando para que caminaran más rápido, también les iba soltando tremendo sermón. Yo estaba muy preocupado, sabía que estábamos en problemas, de pronto, mi padre se detuvo para que ellos pudieran adelantarse y llegar antes a su casa, yo quería alcanzarlos y pedir disculpas, así quizá no los castigarían, pero mi padre impidió que siguiera caminando. Después de unos minutos, cuando ellos ya no podían verse a lo lejos mi padre preguntó:

—¿Qué tal estuvieron las retas?

Me quedé estupefacto, ¿Qué? ¡Yo me esperaba un regaño o una amenaza! no esa pregunta, por más que estuviera confundido no podía ocultar mi emoción, así que le dije:

—¡Muy bien, nos divertimos mucho!, tenía muchas ganas de venir. ¿Sabes? Conocimos a niño pequeño que nos ayudó siendo el portero y aunque no lo creas es muy bueno, quizá y cuando él sea grande lo contraten en un equipo de primera división.

— Muy bien hijo, ¿y cuantos partidos ganaron?

—Ninguno, pero sí nos divertimos.

—¡Eso es lo más importante!, me alegra mucho saber qué hiciste nuevos amigos, es bueno ver que te diviertas con chicos de tu edad, es bastante sano, yo sabía cuánto anhelabas venir a jugar aquí.

—Sí, tenía muchas ganas de jugar aquí, practicar mis tiros libres me sirvió muchísimo.

—¿Qué te parece si damos un par de días para que todo se calme con la madre de Luis y después vamos juntos a su casa para pedirle disculpas?

—Sí, me parece bien, así pronto podremos volver a venir a jugar a las canchas.

—No tan rápido Daniel, esos dos días vas a estar castigado sin videojuegos, no vas a salir y vas a ayudar a tu madre en la tienda todo el día, mientras te das cuenta del error que cometiste y aprendes la lección de lo importante que es informar y pedir permiso, sobre todo porque tú eres el más grande.

—Muy bien papá.

Llegando a casa mi madre también me regañó, aunque después me dijo que se alegraba de que estuviera sano y salvo. Durante aquellos dos días cumplí con todas las labores impuestas, mi padre cumplió con su amenaza de castigo, pero también con su promesa de ir a pedir disculpas a casa de Luis dos días después.

Mi padre fue muy sabio con todas las palabras que usó, recuerdo que le dijo a la señora que ella tenía todo el derecho de no volver a dejar a su hijo salir conmigo, pero lo que no quería era que hubiese un pleito entre familias, pues éramos vecinos y de una u otra forma necesitaríamos uno del otro.

Afortunadamente todo salió bien, Luis fue perdonado, lo mismo que sus primos y su madre lo dejó volver a salir y juntarse conmigo, siempre y cuando cumpliéramos con el horario impuesto y que si íbamos a jugar a las canchas diéramos aviso, atravesáramos la avenida por el puente peatonal, además de evitar conversaciones con extraños y no consumir sustancias nocivas.

Casi todas las tardes que quedaron de las vacaciones fuimos a jugar futbol a las canchas, poco a poco mejoramos nuestras técnicas, ya no nos ganaban tan fácil, algunos de ellos ya hasta nos conocían, el niño portero sabía la hora en que estaríamos allí y siempre fue parte de nuestro equipo, recuerdo que hasta nos poníamos de acuerdo en que color de playera llevaríamos para ser como un equipo uniformado.

Una tarde mientras esperábamos nuestro turno para ingresar a la cancha, mi padre pasó por la avenida en su camioneta, tocó el claxon peculiar que tenía su camioneta, fui corriendo hasta donde estaba él.

—Hola papá ¿cómo estás?, saliste antes del trabajo.

—Hola hijo, sí, terminé temprano, vine a verte para saber si quieres ir a comer pizza conmigo.

Siete Cuentos (nunca se logra escapar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora