24. Vino

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Bailar era algo que sin lugar a dudas le daba bien a Bart, y que parecía como si fluyera con la música, se movía al ritmo y extrañamente pareciera como si todos esos bailes no fueran improvisados y estuvieran dentro de él, no, más bien eran parte de él, de su esencia. Y fuera con o sin música, al menor val los Darcy siempre se lo ve tan alegre bailando, quizás te distraes por un momento y de la nada cuando volteas a verlo, está bailando, o tan sólo se mueve y comienza a tararear una canción que desconoces, aún así, siempre saca una sonrisa a quien lo ve, te provoca gracia verlo moverse de esa forma tan rara que en ocasiones tiende a ser sensual con toques místicos, pero en sí, estos bailes salían a relucir cuando Bart estaba ebrio, y créanme que ahora mismo lo estaba.

Bailando y cantando sobre una de las mesas del salón, robando la atención de las novias para él sólo, algunos les causaba gracia y a otros le desagrada este descontrol del muchacho, entre ellos, el mismo señor Darcy, nunca le había gustado la forma en la que se comportaba el menor de sus hijos, era un salvaje que había corrompido a sus hermanos mayores con su actitud despreocupada, pero, por más que le cueste admitirlo, aquel descontrol era parte de la esencia de Bart, esa era su personalidad.

Stephen Darcy no había sido el mejor de los padres, estuvo por muchos años dolido por la muerte de su esposa luego del nacimiento del menor de sus hijos, nunca más volvió a casarse o enamorarse del mismo modo que lo hizo con su difunta esposa Margareth, teniendo que criar lo mejor posible a sus hijos, aunque sabía perfectamente que no hizo el mejor de los trabajos.

Nunca les presto la atención debida y dejo que los crié en su mayoría la tía de ellos, porque él no podía, y cuando se quiso integrar en la vida de ellos, lo hizo más como un jefe que como un padre, a Jade y Lizet los hizo dueños de dos sucursales, a él una en Toronto y a su hija una en Ohio, quien diría que al enviarla al país vecino ella encontraría el amor. Y con Bart... Lo había arruinado todo con él desde un inicio, lo obligó a trabajar con él  como modelo para luego descubrir que su hijo era alérgico al chocolate, y después lo menosprecio de manera injustificada, hasta que hace unos años lo quiso hacer volver a él, lo hizo jefe de marketing en la misma empresa que dirigía Jade, cuando le dio ese empleo creyó que eso lo alejaría del mundo de las fiestas clandestinas, pero no era ni será el mejor padre, siempre lo arruina. 

Y viendo como terminaron más cosas, tal vez no hizo más cosas tan mal al mantener esta distancia con sus hijos, desde que envió a Bart a este pueblo las cosas cambiaron para bien, no sólo para él sino para sus hermanos, Liz se había casado con una mujer maravillosa, y Jade tenía pareja, aunque esté fuera un travesti el cual no aceptaba, su hijo parecía feliz y eso era más que suficiente para él.

A decir verdad, lo que más le sorprendió era lo cambiado que estaba el menor de sus hijos, o quizás siempre fue así y nunca lo noto en verdad.

La familia siempre es y sera lo más importante, lamentablemente él pareció olvidarlo tras la muerte de su amada, intento distraerse con el trabajo, tal vez de este modo el dolor fuera mss pasajero, pero era imposible no recordarla al ver a sus hijos, en Jade la podía ver en sus ojos, tenía los mismos ojos color cobre que ella, mientras que su hija, Lizzy, ella era la viva imagen que su madre en su juventud, no podia dirigirle la mirada sin sentir ese grna oesar en su pecho. Y luego estaba Bart, el menor de sus hijos y él que más le hacía recordar a su Margareth, ese sentido del humor, lo orgulloso y vanidoso que era en ocasiones y la bondad genuina, no tenía dudas al oensar que lo habia heredado de su madre. Bart a pesar de ser prácticamente la oveja negra de la familia, ese joven en verdad que era una buena persona, poco perjuicioso, pero con un gran orgullo que se convierte en todo un reto que acepte que se equivocó.

Y a pesar de todas estas peleas que ah tenido con su hijo a lo largo de su vida, nunca a dejado de quererlo, aun después de su salida del clóset y de todas aquellas veces en las que llegaba ebrio a casa, pero tal parece que eso quedo en el pasado, lo supo en el instante en que llego a este pueblo hace un año y vio a su hijo, se notaba bien, extrañamente bien a pesar de que lo envio a otra ciudad lejos de todas las comodidades que habia en la mansión.

Chocolate ᴴᵃʳʳʸ ᵂᵃʳᵈᵉⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora