1. Turrón de avena

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Se despertó de un sobresalto, cuando fue despertado con un balde de agua fria, su respiración estaba acelerada y su cabeza le dolía a horrores, no comprendía en donde estaba o si estaba lejos de su casa.

Por ahora, sólo sabía dos cosas que tenía jaqueca y que estaba mojado, busco con la mirada en todas las direcciones congelandose al instante en el que vio a su tío Earl parado frente a el con un balde vacío, le dirigía una mirada torva que lo hizo temblar-Ya es la tercera vez en la semana en la que te encuentro en este estado tan... deplorable-escupio con desagrado-Levanta tu culo de allí, date un baño, y luego podrás irte desayunar con el resto de la familia.

Con desgan obedeció a lo pedido por su tío. Su cabeza estaba hecha un caos, sus recuerdos de la noche anterior estaban nublados, igual no se preocupaba mucho por ello, siempre era igual cuando iba a una joda, bebía más de lo que aguantaba, y su trasero le dolía, no podía ni siquiera sentarse o caminar de forma correcta, probablemente había cogido con algún tipo al azar en la fiesta, o tal vez más de uno, siendo embestido por dos a la vez, bufó molestó, por culpa de su ebriedad se había perdido de una buena experiencia.

Un padre normal prefería mil veces que su hijo tuviera una infancia feliz y llena de dicha, pero Stephen Darcy no era un padre normal. El señor Darcy era dueño de la empresa de Chocolates Darcy, una de las empresas más reconocidas de todo el país. La esposa del señor Darcy, Margareth, murió durante el parto de su tercer hijo, y desde el instante en el que ese pequeño niño abrió los ojos, su padre supo que ese niño lo llevaría al exito. Pronto su hijo, Bartholomew (o Barry como le decían),  se convirtió en la nueva cara de la compañía, y sus ventas subieron por las nubes, ese niño era como un pequeño angelito caído del cielo. Todos lo adoraban, pero al cumplir los cinco años de edad la empresa cayó en declive cuando el mundo descubrió que el niño era alérgico al chocolate. Desde ese entonces us padre, no lo odio, pero siempre estuvo presente ese resentimiento hacia su persona por solamente ser alérgico al chocolate.

Sabía que su padre estaba decepcionado de él, por la vida que había tomado, era alcohólico, y un poco (muy) adicto a algunas sustancias y polvos de origen dudoso, pero sólo fumaba un poco de marihuana, eso lo ponía feliz.

Al llegar al cuarto de baño, se dejo hundir en la tina, sin siquiera tomar aire, a pesar de ser un fumador y un alcohólico tenía la sorprendente habilidad de soportar la respiración bajo el agua por casi media hora. Aunque en esta ocasión sólo duro diez minutos, era algo decepcionante a su parecer, ¿pero algo es algo, no? Salió y se visto con algo cómodo; una camiseta color vino que le quedaba un par de tallas más grande, teniendo que doblar las mangas y acomodar parte de esta dentro de su pantalón, sobre esta llevaba un chaleco de un negro ceniza. Utilizaba tirantes para sujetar sus pantalones de vestir, que eran del mismo color que el chaleco, y para rematar, sus Jordan de un vino increíble. No pegaba con el resto de su look, pero no podía ir a enfrentarse a la furia de su padre sin sus Jordan de la buena suerte. Se arregló su cabello, haciéndose una pequeña trenza y atando su cabello con un pequeño lazo del mismo color que su camisa.

Sonrió con picardía al bajar las escaleras y ver a su hermana mayor, Lizet, ella lo miraba con severidad, teniendo los brazos cruzados a la altura del pecho. Se venía una reprimenda por parte de Liz también, y no seria de sorprenderse, al no estar su madre aquí, ella se había encargado de ser esa figura materna para él, a pesar de sólo llevarse cuatro años, y luego estaba su querido hermano, Jade, con él se llevaba como diez años, era el mayor de los tres, y si Liz era como la mamá loba, Jade era el papá oso de ambos. Era demasiado sobreprotector con ambos, y el pequeño Bart no era del tipo fácil de cuidar, desde que descubrió que era alérgico al chocolate su padre ya no le tenía el mismo afecto que antes, era como si el hijo de un carnicero fuera vegano ¡Inmediatamente se crea una barrera entre padre e hijo!

-Tenemos que hablar antes de tu interrogatorio con papá-bramo firme, Liz, sacudiendo su amoratada cabellera-Bart ¿Recuerdas algo de anoche?

El menor negó despreocupado-En verdad que sos un idiota-murmuro, el papá oso-Se filtraron fotos tuyas... En una orgía.

El chico abrió los ojos como platos alarmado e indignado- ¡Y lo peor de todo que estaban censuradas!

- ¡Liz! -exclamo alarmado- ¡Ese no es el punto de esto! ¡Y tu, Bart, papá te va a castrar por esto!

-Por lo menos soy sincera-dijo, rodando los ojos-Pero es verdad, no podes seguir así, te va a dar algo un día o té vas a coger a alguien incorrecto, y luego todo se va a la mierda por cogerte al incorrecto.

-Y todas esas miradas que te metes te van a matar algún día-declaro irritado, Jade.

- ¡Esta vida que llevas, no es vida, Bart!

Nada... Ya no escuchaba nada, su mente estaba nublada, no escuchaba nada de lo que estos le decían, su cabeza estaba en otro lado  intentando recordar que era lo que había pasado la noche anterior. Se dio un golpe mental por no poder recordar esa orgía de la que le hablaban sus hermanos, también pensaba en el hambre que crecía en su interior, quería comer algo dulce. Se saboreo los labios al pensar en el manjar que haya preparado su tía Estefanía, ella vivía con ellos, y todas las mañanas les preparaba un postre delicioso para el desayuno. Ayer había preparado para el desayuno turrón de avena con un poco de miel esparcido por arriba, in manjar en cortas palabras. De pequeño, antes de descubrir su alegría preparaba todo tipo de delicias con chocolate como ingrediente principal, pero desde que se supo de su alergia al chocolate su tía comenzó a buscar preparar otro tipo de recetas sin chocolate, ni siquiera una pista de este. Lo cuidaban demaciado. Pero Bartholomew sabía bien que no lo merecía, no merecía todo ese cariño, era una basura de ser humano, era la vergüenza de su familia.

El hijo del dueño de la fábrica de chocolates más importante y conocida de todo el hemisferio norte del continente, ese chico el cual en un principio fue la cara de la empresa ahora era el marginado de la familia.

Regreso de forma abrupta a la realidad al recibir un golpe en la cara, provocando que cayera por la inercia. Parpadeo varias veces confundido, gruño al tocar la soja afectada, ahora su labio sangraba y su mejilla estaba roja, alejó su mano de su cara, viendo como se había manchado de aquel líquido carmesí. Al levantar la mirada temeroso, se aterró aún más al ver a su padre, su mirada era fría y tan llena de odio-Limpiate la sangre-ordeno cortante-y sube a empacar, irás a Harmony junto a Lizzy, irán a acordar un contrato con el alcalde del pueblo-la nombrada protesto al tener que ser incluida en el castigo de su hermanito. Esa era la forma de su padre de decir que debía ser más responsable y que para eso debía de ir hasta el pueblucho ese para ir a hacer cosas de trabajo, como si no tuviera a alguien para esas cosas. Sin tener más opciones ahora tenía que ir a Harmony, sería una viaje que duraría menos de una semana, tal vez encontraría a un tipo para divertirse o al menos un buen bar en donde ahogarse en alcohol por el transcurso de esa semana.

¿Qué tanto mal le haría pasar una semana lejos de la rutina?

Chocolate ᴴᵃʳʳʸ ᵂᵃʳᵈᵉⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora