Goles

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Messi sonreía a las cámaras que se acercaban a captar lo que el ídolo argentino tenía que decir tras su victoria sobre la escuadra Australiana y con ello, su bien merecido pase a cuartos de final.

Las preguntas iban desde lo que había sido enfrentarse a la selección del país de Oceanía, el cual había perdido su batalla frente a los emús y ahora también perdía frente a la selección albiceleste; hasta lo que esperaban sobre su próximo partido contra los Países Bajos. El número 10 respondía a todas las preguntas con profesionalismo, sin embargo cuando un reportero preguntó respecto al gol que había anotado en el primer tiempo, el argentino no pudo más que sonreír.

—Ese gol está dedicado a una persona muy especial de quien no puedo hablar aún.

Su vista se desvió hacia donde se encontraba la afición. Más especialmente a una persona que usaba un gorro a pesar del calor típico de Qatar bajo el cual se escondía un cabello rizado. Ambos se sonrieron, con la muda promesa de verse apenas pudieran.

Ese mismo día, horas más tarde, unos suabes golpes llamaron a la puerta de Lionel. El toquido resultaba característico a estas alturas, pues era un código que ambos habían inventado para saber que se trataba de ellos, así que apenas abrir la puerta ya se estaba lanzando a los brazos del arquero mexicano, quien lo cargó sujetando sus muslos, buscando sus labios para unirlos en un beso suabe que demostraba el amor que se profesaban.

—Ganaste, pulga de mí corazón. Seguro van a llegar a la final.
Dice Ochoa mientras con cuidado vuelve a poner a su novio en el piso.

—Ese gol fue para vos. Todos los goles que meta van a ser para vos, porque me impulsas a ser aún mejor.

—Mientras los goles no me los metas a mi… —Dijo, aunque después de un momento de reflexionar volvió a hablar —O aunque me los metas a mí, no me importa el odio de la afición con tal de verte celebrar un gol.

Ambos se besaron mientras la puerta de la habitación de Messi terminaba de cerrarse.

Amor en la cancha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora