Celos

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Otra vez este pendejo. Pensó Memo mientras revisaba su cuenta de Facebook. La aplicación siempre le mostraba primero las cosas que compartía su chikistrikis, por lo que muchas veces terminaba viendo lo que subía Lionel a los 2 minutos, pero siempre, si excepción alguna, cuando encontraba una publicación ya tenía un maldito me encanta o me enjaja de Cristiano Ronaldo, sino es que hasta comentarios.

Y mira, que no era tan irracional como para enojarse u odiar al pobre wey solamente porque le comentaba a su novio, pero es que hasta el mismo Messi sabía que Cris andaba tras de sus huesitos. Y no solo era eso, sino que toda la selección argentina estaba más que feliz de que el portugués le coqueteara; pues todos pensaban que él era mejor opción para su capitán de lo que era el mexicano.

Por lo regular a Memo le valía, solo pensaba en que el cabrón de Cristiano un día le iba a colmar la paciencia, porque Messi era suyo, su omega al que iba a empanzonar y marcar en el cerro, el que gemía su nombre cuando cogían, el que lo tomaba de la mano cuando caminaban juntos. Suyo, su novio, su omega. Pero luego llegaban días como esos en los que casi no podía estar con Leo y ver que el pendejo de Cristiano ahí andaba rondando lo ponía mal.

Por suerte para sus celos irracionales escuchó la puerta abrirse acompañada de la voz de su pareja anunciando su llegada.

—Amor, estoy en ca...

No pudo terminar lo que estaba diciendo, pues Memo ya lo tenía contra la puerta, besándolo con hambre y ganas, a lo que el argentino no se resiste, por el contrario, termina rodeándolo con sus brazos, y cuando el mexicano lo carga para llevarlo a la habitación, también se abraza con sus piernas.

Hay algo raro en la forma en que hacen el amor, y no es que sea malo, es que es precisamente eso: es raro. Guillermo no deja de marcarle los hombros y el cuello al omega, no deja de repetir como un mantra bendito el que es suyo, así como tampoco deja de preguntarle a quien pertenece, a lo que Lionel solo puede responder entre gemidos que es a de él, que es suyo y de nadie más.

—¿Podes decirme que sucede? —Pregunta Messi después de dos rounds que lo hicieron terminar con sus fuertes piernas temblando al punto en el que sabe que no podrá salir de la cama en un rato.

—Nada— Responde Ochoa levantándose para buscar su ropa interior antes de volverse a dejar caer en la cama junto a su pareja.

—Te conozco, Guillermo. Decíme que pasa.

Memo escondió su rostro en la almohada, gritando en esta.

—Te vas a enojar, pulga.

Messi solo gira en la cama para poder recargar su cabeza en la espalda del contrario.

—Decíme, te prometo no enojarme.

El arquero se lo piensa, pues hasta para él es tonto, pero finalmente decide que Leo merece una explicación del por qué de sus actos tan de alfa dominante.

—Escúchame bien, no quiero que malentiendas esto ¿Sí? Confío en ti más de lo que confío en nadie más en este mundo, pero es por Cristiano.

—¿Cristiano? —Pregunta el argentino sin entender.

—Es que es una mamada, pero se la pasa comentándote todo en Facebook, y luego a todos les gustas más con él que conmigo y... no sé, me ganaron los celos. Perdón, Leo, sabes que normalmente no soy así.

Messi por toda respuesta se empezó a reír mientras besaba con delicadeza la espalda llena de rasguños del mexicano.

—Si lo conocieras, seguro te agradaría.

Memo se giró para poder quedar de cara a su novio, mirándolo con una ceja enarcada.

—Yo no quiero conocer a ese pendejo. Me cae mejor como enemigo imaginario.

—A mí también me cae bien de tu enemigo imaginario si cada vez que te pongas celoso va a ser así. 

Amor en la cancha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora