1. Víctima y Salvador

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Viktor Volkov, cirujano en jefe del Hospital del Mount Zona aparcaba su CLS en el estacionamiento subterráneo del edificio, mientras subía los cristales tintados y apagaba el motor de su preciado deportivo.

Observó el reloj en su muñeca que marcaba las 5 en punto de la mañana, el clima invernal lo hacía vestir una gabardina negra con bufanda a juego sobre su impoluta camisa blanca y un pantalón de traje color gris. 

Peinó con una mano sus cabellos plateados y observó su rostro en el espejo retrovisor del vehículo, frunciendo el ceño ante las enormes ojeras que cargaba desde hace varios días.

Suspiró cansado y salió de su coche, dejando de lado su fatiga para enfrentar las 12 horas que le esperaban durante su turno. Cargando su maletín y varios papeles en las manos.

Subió por los ascensores con grandes zancadas, pues no quería llegar tarde a su servicio.

Durante el camino por los pasillos leía los informes que necesitaba aprobar durante la jornada. Se consolaba a sí mismo pensando en que al menos no tenía cirugías programadas para ese día, sólo le quedaba terminar el trabajo de oficina. Esperaba pasar las horas tranquilo sin dolores de cabeza.

Sumergido en su lectura no escuchó los desesperados llamados de una enfermera que se acercaba corriendo a su posición, hasta que un intenso aroma a durazno invadió su olfato.

—¡Jefe lo necesitamos! — La mujer pelirroja lo tomó del brazo para guiarlo a quién sabe dónde. —¡Tenemos una situación complicada! — Volkov se dejó arrastrar, más confundido que alarmado.

Athenea lo llevó al quirófano número 2, en la sección anexa a la mesa de procedimientos que servía como habitación de esterilización, dejando todos los pasillos inundados de su intenso aroma amargo, dando a entender la excesiva preocupación que la embargaba.

Cuando ambos llegaron, saludó con cortesía a los demás doctores y personal presentes, sorprendido de verlos a casi todos de este lado de la sala y no junto al obvio paciente inconsiente visible desde el cristal que separaba los espacios.

Todos desprendían sus esencias intensamente, nerviosos por la situación y esperando el regaño que sin duda les daría su superior en cuanto notara la situación.

El ruso dejó todo lo que traía en manos de Alanna, otra enfermera presente, mientras se acercaba al lavamanos a desinfectarse, otros asistentes lo ayudaron a ponerse el traje quirúrgico y sus guantes de látex. Nadie se atrevía a explicarle nada en voz alta y el ruso empezaba a impacientarse.

En la mesa de acero y cubierto por ropas quirúrgicas, descansaba un hombre moreno entre máquinas que se encargaban de monitorear sus constantes y mantenerlo estable.

— ¿Situación? — Preguntó luego de analizar al paciente desde lejos.

El médico que había estado a cargo en su ausencia dio unos pasos al frente.

— Sujeto herido de gravedad con arma de fuego, múltiples impactos de bala: calibre 38, en ambas extremidades inferiores. Logramos parar la hemorragia y extraer tres de los proyectiles del lado izquierdo... Sin embargo, parece ser que durante la última extracción... un tendón resultó comprometido.

—Me está diciendo... que este paciente, ¿Podría quedar parapléjico? ¿Y todos ustedes están aquí parados, sin hacer nada para arreglarlo?— Los presentes enmudecieron, percibiendo el aroma del alfa acecharlos. Volkov apretó la mandíbula mientras se apresuraba al otro lado de la sala e iba solicitando los instrumentos a los asistentes; que le obedecían en silencio.

Durante las siguientes horas el ruso se concentró en salvar lo que podía de los tejidos comprometidos, extrayendo bala tras bala, supervisando constantemente las vitales del afectado.

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