5. Investigación

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Collins apagó su tercer cigarrillo contra la suela de sus botas tácticas y el pavimento, apoyado contra la mugrienta pared de un callejón oscuro.

Observaba desde lejos, pero con el espectro adecuado para reconocer a cada trabajador que ingresaba y salía de la estación de basureros. Vestido enteramente de negro y cubierto por las sombras del edificio adyacente donde nadie lo reconocería.

Sacó su móvil con la cámara encendida y apuntó con el zoom hacia el rubio de chaqueta roja que entraba de servicio, atendiendo una llamada con expresión muy seria. Casi sin hablar a juzgar por la lectura de labios, sólo respondiendo con monosílabos. Le hizo fotos, como a cada persona que había visto rondar.

No consideraba que hubiera hecho avances relevantes en su investigación, lo único destacable fue cuando algunos compañeros de Horacio pasaron hablando cerca de él sobre la ausencia del jefe ese día. Es decir, su principal sospechoso ni siquiera aparecía en el único lugar donde podía interceptarlo casualmente para hacerle unas preguntas.

Ford consiguió su perfil de los antiguos archivos, con algunos antecedentes por conducción temeraria y multas por estacionamiento, nada muy grave. Tenían una foto relativamente actual que facilitaría su reconocimiento, aunque de nada servía si parecía esquivar los lugares que frecuentaba desde hace días.

Suspiró y se quitó las gafas oscuras, sacando su móvil para revisar la hora. Tenía algunos mensajes de compañeros sheriffs y algunos amigos preocupados por su ausencia. No contestó a nadie y en su lugar envió un mensaje Horacio avisando que en media hora pasaría por el hospital para visitarlo, también le preguntó si necesitaba algo. La rápida respuesta de su amigo fue una negativa como siempre, instándolo a dejar de preocuparse y enfocar su tiempo en el trabajo. Horacio ya le había dicho que temía que lo regañaran por escaparse a verlo durante sus rondas.

Todavía no encontraba las fuerzas para contarle que ya no era un simple sargento. Luego del accidente,  celebrar su ascenso le parecía egoísta cuando Horacio la estaba pasando tan mal.

Se lo diría cuando pudieran festejar como en un principio, y cuando ya nada atentara contra su seguridad, que era su prioridad.

Horacio almorzaba tranquilamente la crema que Alanna ofreció junto a tostadas integrales que, para ser comida de hospital, le sabían excepcionalmente nutritivos. De todas formas, no tenía gustos exquisitos y rara vez se quejaba sobre los alimentos ofrecidos porque en su propio hogar existía esa falta subsistente.

Con un sueldo miserablemente remunerado, con dos mascotas que sustentar y necesidades básicas por sobre el límite de su presupuesto Horacio no podía estar más agradecido con los cuidados y atenciones del personal médico, sabía que Alanna no estaba realizando las obligaciones normales como su enfermera, sino que parecía tener un trato especial con él.

Además, tuvo el placer de conocer a otra enfermera igual de dulce llamada Athenea, que lo mimaba con postres fuera de su régimen, desde helados hasta macitas rellenas que metía de contrabando a su habitación.

Collins también cargaba con gran parte del mérito, cuidaba de sus mascotas y lo visitaba continuamente cada vez que patrullaba por inmediaciones del hospital. Llevando revistas de moda y libros para entretenerlo.

A quien no había vuelto a ver desde hace días era a su médico principal, y extrañaba al ruso con un ardor que se avergonzaba de sentir. A veces deliraba con su aroma colándose por la puerta de su habitación como si en cualquier momento fuera a ingresar para su chequeo diario. Pero se decepcionaba cada vez que el olor se desvanecía con el viento.

Todavía temía haber causado tantos problemas la última vez que se vieron, desembocando en el distanciamiento. Pero entendía que posiblemente Volkov era un médico muy importante y él no era el único paciente al que atendía.

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