10. Huida

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Una melodía sonó y el sheriff tomó su celular con el ceño fruncido, sin ganas de atender a nadie luego de su discusión con Horacio, el dolor de cabeza rascando en su sien a punto de convertirse en un martilleo constante. Al ver el número anónimo en la pantalla, suspiró antes de contestar.

—¿Qué? —Inquirió antes de que la otra persona hablara.

–Hombre, si no te reportas diariamente obviamente me preocupo por ti.

—Ya, al grano. ¿Qué quieres?

—Joder, ya veo que estás de malas. ¿Te ha dejado la novia?

—No me toques los cojones.

—Vaaale... —Escucha el resoplido del otro lado de la línea. —¿Cómo van nuestros planes?

—Han cambiado.

—¿Cómo que han cambiado? — El silencio se hace pesado por unos minutos, lo cual desespera al hombre quien deja salir su grave voz otra vez. —Suéltalo, cachorro.

—Pues que no han salido como esperaba, tendré que pensar en algo más.

—Muy bien, ¿Qué se te ocurre?

—Una infiltración a los basureros.

—Ni de coña.

—¿No tienes huevos ahora? —Escucha la risa profunda de su socio mientras toma asiento con una mano en su frente.

—No pensaba que fueras del tipo suicida, sinceramente. Pero por mí está bien, adoro las buenas fiestas.

—Perfecto, esta noche.

—De acuerdo. —Sin más, la llamada se termina y Collins sostiene su teléfono con fuerza.

Mueve su brazo flexionado hacia atrás con el móvil en mano, como si fuera a tirarlo lejos. Lo extiende con impulso, pero al último momento de arrojarlo sólo lo deja caer hasta el suelo lentamente.

¿Desde cuándo acabar con unos delincuentes lo hacían sentir como una cagada?

Joder, quería hacerlos pagar por dañar a sus seres queridos, quería verlos pudrirse tras las rejas. Lo hacía por Horacio, por Ford, incluso por cada compañero que había sido abatido alguna vez en servicio.

No entendía porque él era el malo en esta historia.

Horacio con su rechazo, Ford y Miller diciéndole que se estaba obsesionando. ¿Era tan complicado de entender?

Tenía sus razones, tenía una misión. Y pensaba cumplirla, aunque ninguno de ellos estuviera de acuerdo.

Volkov tomó un sorbo de café caliente, saboreando el estímulo amargo del Capuchino en su sistema.

Luego de una jornada intensa, sumada con varias horas extras para compensar su retraso de la mañana, agradecía un suministro constante de energía. Pues de no ser así seguramente se desmayaría del aburrimiento.

Podía decir con orgullo que cada documento, informe, ficha, citación, certificado, consentimiento, consulta, historia clínica, receta y resumen clínico se hallaba perfectamente resuelto en una pila sobre su mesa.

Fue imposible no pensar en Horacio a lo largo del día, en especial cuando Claudio pasó por su oficina con el informe detallado acerca de su primera sesión de rehabilitación. Quiso ir de inmediato a verlo, celebrar con él sus pequeños pasos hacia una vida nuevamente funcional, pero se contuvo.

Sin embargo, al final del día, libre de cualquier responsabilidad ya no era necesario frenar sus impulsos, se levantó de su asiento cerrando la tapa de su Notebook y dejando bata blanca sobre su mesa antes de salir. Fue hasta el ascensor con un extraño cosquilleo tamborileando dentro de su pecho a medida que se acercaba más y más a la habitación del omega.

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⏰ Última actualización: Nov 02 ⏰

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