6. Cambios

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Horacio despertó con el trinar de los pájaros y un agradable aroma a jazmines ingresando a su sistema. Activando la serotonina de su organismo al abrir los ojos y toparse con un jarrón simple de cristal trasparente con agua fresca y varias flores en él. Una leve sonrisa se asomó en sus labios al incorporarse lentamente sin dejar de mirarlas.

Le parecía extraño, pues al irse a dormir no estaban ahí, y no había una nota o algo que delatara a la persona responsable, pero la alegría de un regalo así lo superaba. Pensaba que eran de Collins, después de todo era el único que sabía que los jazmines eran su debilidad.

Bueno, Collins y...

Negando con la cabeza tomó una de las flores del arreglo para llevarla a su nariz, aspirando el dulce aroma con los ojos cerrados.

Alanna llegó en ese momento con el carrito que contenía su desayuno sin siquiera tocar la puerta, pues no sabía que Horacio ya estaría despierto, normalmente era ella quien lo sacaba con esfuerzo de entre las sábanas.

—Vaya, que madrugador. —Le sonrió con dulzura, Horacio abrió los ojos devolviendo su gesto.

—Bueno, es un bonito despertar. —Señaló a su lado con una gran sonrisa. —¿Collins ya se fue?

—Eh... no estoy segura. —Observó entonces la flor entre sus manos y levantó una ceja. —La verdad no lo he visto. ¿Se quedó a dormir otra vez?

—Bueno, sí. Vimos una pelicula y nos quedamos dormidos. Creo que ya se acostumbró a mis ronquidos.

—Ajá. —Alanna empezó a colocar el tazón de cereales y demás comestibles sobre la mesita que cruzaba la camilla. —Collins y tú...

—¿Qué? —Horacio tomó una de las tostadas de su plato, empezando a comer sin entender a dónde se dirigía la conversación.

—Bueno, son muy cercanos. ¿No?

—Pues, claro. Es mi mejor amigo.

—¿Estás seguro de que sólo es un amigo?

Horacio quedó paralizado con la tostada a medio camino de su boca, Alanna sonrió pícaramente y levantó las cejas de forma graciosa mientras rodeaba la camilla para revisar el suero colgando del otro lado.

—Por supuesto que sólo es mi amigo. ¿Qué más?

—Bueno, le dicen pareja, novio, pololo... ¿Sabes?

—Sí, ¡Es decir no! ... por supuesto que no.

—A ver, Horacio. —Se paró recta a su lado, con las manos cruzadas tras su espalda. —Yo creo que hay algo más cuando te mira. Al menos es de la misma forma que mi Thomas me miraba a mí antes de casarnos, y no estoy 100% segura, pero sería una buena explicación de por qué hace todo lo que hace.

—No lo creo, además a Collins... no le van los hombres.

—Ah, entiendo. —Alanna asintió cohibida. —Perdóname.

—No hay problema, sabes que me encanta el chisme como a ti. —La tranquilizó en cuanto notó que cambiaba el ánimo. —Y tienes razón, en realidad por un tiempo estuve enamorado de él. Sólo que después de tantos años juntos, supe que era imposible llegar a algo más. Lo que tenemos es un cariño familiar. Algo mutuo, él es todo lo que tengo.

—Entiendo... Igual discúlpame por ser tan metiche. No era mi intención.

—Tranquila, lo sé. —El pelirrojo le sonrió y el tema quedó zanjado.

Luego de desayunar Alana lo revisó como todos los días y realizó los tratamientos de sus piernas con cuidado, colocó hielos en su pie y sobre el tobillo de su pierna izquierda y arregló el ángulo de su bota para mantenerlo sentado mientras veía la televisión.

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