9. Dex

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Horacio movía la cabeza de un lado a otro, sudando a chorros por el cuello y la frente, balbuceando palabras inentendibles mientras parecía luchar contra un ente invisible bajo una sensación de agobio, luchando contra el enrarecimiento de su sueño, un calor sofocante que se apoderaba de su cuarto.

Un frío agarre sobre el antebrazo lo sacudió, extrayendo su conciencia nuevamente al frente, a su oscura habitación de hospital. Sobresaltado y agitado, respiraba por la boca mientras intentaba adaptar sus ojos a la negrura y controlar aquella sensación tan desagradable.

Fue entonces cuando una figura se cernió sobre él, clavando sus manos sobre sus hombros como garras afiladas; lo cual disparó al cielo los latidos de su corazón, volviendo loca a la máquina lectora con sus pitidos.

—Shh, Horacio. —El desconocido le había tapado la boca por miedo a que gritara mientras le susurraba al oído con voz ronca. — Tranquilo, soy yo. — Acercándose a su cuerpo todo lo que podía en busca de reconocimiento.

H pudo respirar de nuevo al reconocer su voz, tomó la mano sobre su boca y la presionó contra sí. Reteniendo algunas lágrimas en sus ojos.

—Dex. —Susurró.

La sombra le sonrió y a pesar de la oscuridad Horacio pudo saber el lugar exacto donde la bonita sonrisa del castaño se mostraba, junto a sus mejillas hundidas por profundos hoyuelos ocultos tras una espesa barba falsa.

Tomando por las mejillas a Dexter Conrad, unió sus frentes con desesperación mientras intentaba apaciguar sus palpitaciones. Él debió sujetarse con los codos sobre la cama para no caer con todo su peso sobre el omega.

—Joder, pensaba que estabas muerto. —Susurró, cerrando sus ojos para evitar que sus lágrimas cayeran.

—Eso debería decirlo yo. —El hombre lo atrajo hacia sí, levantando el ligero cuerpo del menor en un abrazo. —Cuando supe lo que te hizo Escobilla, creí lo peor.

—Te juro que no les dije nada. —Negó con las manos temblorosas, soltando a Dexter y ofreciendo su sinceridad desnuda. — No tienen idea de tu infiltración.

—Lo sé, Horacio. — Le sonrió mientras peinaba su cresta. —Pero los he abandonado. Si no lo sabían ya, ahora deben estar seguros.

—¿Por qué los dejaste? —Horacio frunció el ceño. —¿Ya tienes todo lo que necesitabas?

—Por supuesto. —Dex se apartó y dejó que Horacio se sentara en la camilla. —Además, me asignaron otra misión.

—¿Te iras? —Su voz sonó decepcionada al preguntar.

—No, de hecho... Lo sabrás pronto. — Dex se acercó al ventanal de la habitación, dibujando su figura a contraluz. —Te estaré cuidando, como lo prometí.

—Bueno... no creo que... —

—Sé que hasta ahora todo ha salido como el culo. Pero no permitiré que vuelvan a hacerte daño.

—Es lo que merezco, Dex. —Horacio juntó sus manos sobre su regazo con la mirada perdida. —Por traicionar a mis amigos.

—Horacio, ninguno de ellos eran tus amigos. —Lo señaló, haciendo énfasis hacia sus lesionadas piernas. —Mira lo que te hicieron por sólo pensar que eras un topo.

—Joder, es lo que yo hubiera hecho en su lugar. —Apretó sus puños con rabia. —Debí decirles que te conocía desde el principio, que eras un ex-militar y que probablemente te estabas infiltrando en la organización.

—Pero no lo hiciste. —Dex tomó sus manos en un firme agarre, obligando a unir sus miradas. —Pudiste venderme en cuanto te enteraste de que era un agente en cubierto del FBI, pero me protegiste. Lo que todavía no entiendo es... ¿Por qué?

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