2. Malas noticias y promesas

280 27 4
                                    

—Señor Pérez, ¿verdad?

—S-Sí, soy yo.

—Mi nombre es Viktor Volkov, médico de cabecera en su operación. ¿La enfermera le ha explicado su situación?

Horacio frunció el ceño confundido y asintió con la cabeza levemente, intentando recordar las palabras exactas de la amable sanitaria. Pero no logró hilar más de tres frases sueltas.

—Creo que dijo algo de múltiples disparos en las piernas, y que necesitaban más información sobre mí.

—Afirmativo. Lo trajo un sheriff llamado Chris Collins. ¿Lo conoce?

Horacio se perdió en los ojos grises de su doctor sin disimulo alguno, el fuerte aroma del alfa lograba nublar sus sentidos y sentía que flotaba entre mareas de un licor desconocido para él.

Volkov observó con ojos críticos el actuar del omega, quien se notaba aletargado y perdido; tal como Alanna le había advertido. Él mismo se encontraba algo tenso con la situación y se pensaba que por eso su aroma se intensificaba más de lo normal.

No sentía que fuera el momento correcto para informarle sobre el tremendo problema que le esperaba. Temía desencadenar más complicaciones a su estado y más si no lograban obtener respuestas coherentes del chico.

Quería comprobar que las palabras de Collins eran ciertas, pero el moreno no parecía en sus cabales todavía; lo cual era normal luego de tantas horas sedado. Soltó un suspiro cansado que alarmó a Horacio y lo obligó a reaccionar.

—¿Collins? ¿Está aquí?

—No, dijo que vendría a visitarlo al terminar su servicio.

—Claro, debe estar muy ocupado. —El aroma a Vainilla se volvió agrio mientras el omega se hundía sobre sí mismo, escondiendo su mirada con la cabeza gacha.

Volkov sin saber la razón quiso animarlo, con su alfa tomando el control de su cuerpo al dar unos pasos al frente hasta quedar cerca del paciente; irrespetando muchísimo el diámetro profesional que se impuso al entrar y que siempre tenía en cuenta.

Horacio sintió su presencia a un costado, pero seguía sumido en sus pensamientos, intentando recordar cómo había acabado cosido a tiros en el hospital. Las lagunas de su memoria eran muy grandes, recordaba su mañana y parte de la tarde saliendo de su trabajo de basurero para llegar a su casa e intentar descansar, no recordaba más después de eso.

La pálida y gran mano del alfa posada en su hombro lo forzó a girar su cabeza tan rápido que casi se disloca el cuello. No se apartó, pero estaba extremadamente sorprendido por el repentino toque; como también lo estaba el ruso.

Volkov detuvo con mucho esfuerzo los impulsos de su alfa, pero tampoco fue capaz de despegar su mano del hombro ajeno. Sintiéndose cálido a pesar del clima invernal de la temporada navideña con el simple roce de su piel con la bata médica que cubría al paciente.

—Horacio, no puede quedarse sólo. Necesito que me diga a quién podemos contactar para que venga a cuidarlo.

—Estoy solo. —Lo ojos brillantes del omega se prendaron en los suyos y el médico se percató de la hermosa combinación en sus orbes; uno tan verde como las esmeraldas y otro del color de la miel, tan dulce como su aroma. —No tengo a nadie.

Volkov anotó mentalmente la información, notando la sinceridad del menor en su voz y postura. Saber aquello lo dejó con pocas o ninguna opción.

¿Ahora cómo le diría que su movilidad podría verse afectada por la rotura de un tendón y que necesitaría meses de rehabilitación y posiblemente otra cirugía menor?

Healer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora