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UNA NUEVA VIDA


Ha pasado justo un mes después de mi ruptura con mi único novio. Después de ese maravilloso día de los muertos donde toda mi familia se reunió para celebrar la fiesta, cuando recibí una llamada suya, cuando me acusaba de haberle sido infiel, dejándome sola, y abandoné todo lo que tenía.

Días después caí en la cuenta de que sola estaba mil veces mejor que con él y sus estúpidos amigos; Canelle, la cual había rumores de que estaba saliendo con él mientras estaba conmigo (en ese supuesto caso el infiel era él, no yo) y Xander, un friki que solo sabía el idioma de los videojuegos, aunque no estaba mal, ambos eran los «patitos» de «mamá pato» y siempre le seguían las bromas a mi exnovio.

Nunca he tenido otra pandilla de amigos, nunca he podido relacionarme con alguien tanto como para considerarlo mi amigo.

¿Me arrepiento de haberle dejado? Para nada ¿Echo de menos salir con gente de mi edad y relacionarme? Por supuesto, aunque creo que nunca lo he llegado a hacer del todo.

A mis dieciocho años recién cumplidos, consigo una beca para poder estudiar filología en una universidad muy lejos de Ciudad de México, mi ciudad natal, concretamente en Toulouse, Francia. Gracias a mi título en francés solía irme algunas vacaciones a París durante toda mi vida, pero nunca me había planteado dedicarme a algo específico hasta ahora, hasta que mis padres me sugirieron estudiar filología francesa y por suerte, me concedieron la beca.

Las horas de avión se me hacen eternas, no tengo a nadie con quien hablar, no tengo amigos a quienes echar de menos y aunque a mis padres los echaré de menos, ellos tienen su vida y no puedo estar toda mi vida dependiendo de ellos. Hasta que al fin llego a mi residencia, donde voy a estar hasta que... ¿acabe la carrera? En realidad, mis padres me han hecho tener una mala visión de las residencias universitarias, aunque fuese lo más económico y disponible que había, no está nada mal, porque la beca solo cubría la carrera, de manera que la comida, la residencia y los vuelos saldrán de mi bolsillo.

Está en una calle estrecha cerca de la universidad, es la femenina —detrás está la masculina— y hay un baño por planta.

—Buenos días, señorita ¿Cuál es su nombre? — me pregunta el recepcionista Louis, en un francés perfecto.

—Buenos días, Regina Hernández— Respondo, suplicando que se me entendiese el francés, para algo había pagado tantos años de academia.

—¿Usted es mexicana? — pregunta, en un tono curioso.

—Sí—digo.

Pago el alquiler y busco mi cuarto. Es una habitación individual con un pequeño armario-cajón con espejos como puertas, donde pongo mis cosas de baño y mi neceser, al otro lado un armario donde coloco la ropa, y pegado a la pared frontal está el escritorio, la cama y una estantería, ahí pongo mi ordenador y todo el material de la universidad, las sábanas que vienen encima del colchón de la cama y los pocos libros que he traído en la estantería, respectivamente.

Al terminar es mediodía, como no tengo nada que hacer me pongo a buscar cosas para visitar en la ciudad, si quiero estudiar la filología de un idioma también tengo que comprender la historia, el arte, y todo lo que le rodea.

—Hola papás, ya he llegado a la habitación, todo bien. — Soy breve, tengo jet lag y creo que también hay un poco de mal de altura comparado con México, además conozco a mis padres y sé que ahora viene una oleada de preguntas.

—Espero que te integres bien en la universidad, hagas amigos, que ya te vale, y no pienses mucho en nosotros, que si no te empiezas a preocupar por cosas que no deberías de preocupar. Siempre te recordaremos como alguien que nos cambió la vida—Dice mi padre, tan dramático como siempre.

Inefable (YA EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora